Juan J. Pérez escribió:Por mi parte no creo que esto sea el origen de nuestros problemas al empuñar estas espadas. Hay muestras sobradas de restos humanos de elevada estatura en la Edad Media. Por un lado, es posible (aunque no lo acabo de creer) que el agarre fuese "en martillo", apto apra el tajo y muy pobre para la punta.
Y sobradas muestras de que también existían diferencias sustanciales en la altura con respecto a la gente actual. En general, se puede decir que la variación de altura está relacionada con los cambios de la dieta. En algunos lugares éste cambio no ha sido grande y, en realidad, la altura de las gentes de la Edad Media no difería demasiado de las de nuestros abuelos. En otros lugares, por el contrario, la llegada de aportes vitamínicos procedentes de alimentos alóctonos (cereales, pescados, leche, etc) hace que estas variaciones hayan sido considerables, especialmente si los únicos cereales que el clima permite cultivar son de origen americano, como el maíz.
En todo caso, este cambio no ha sido uniforme geográficamente, ni una continua evolución o estancamiento cronológico. En el caso de la Cantabria Antigua, por ejemplo, que es la que conozco bien (en algún caso de primera mano), la media de altura desde la Edad del Hierro a la Alta Edad Media rondaba los 1,70-1,75 m en varones adultos. Más tarde, durante la Plena Edad Media, curiosamente baja bastante, más de doce centímetros. Como yo no sé qué ejemplar ha sido empleado como referencia para esa réplica, el ámbito geográfico de esta tipología está bastante extendido por toda Europa y no soy ningún experto, he supuesto que tal vez se deba a ello. Pura especulación.
Evidentemente, la empuñadura de las armas puede estar pensada para que la mano “pise” parte del pomo. Pero, por poner un ejemplo de armas cuya zona de agarre está bien definida, la totalidad de las falcatas originales que he empuñado sólo permitían que entraran tres de mis dedos. El meñique tenía que reposar sobre el tercero de una forma bastante ortopédica. Algunos ejemplares, como los de Cigarralero, son más grandes en todas sus proporciones, pero en general esto es un hecho. Y ha dado pie a diversas teorías como que, en realidad, estas armas se empleaban con el dedo meñique recogido, como tomando una taza de té. Al parecer, la gente de Arqueódromo, empresa zaragozana especializada en réplicas arqueológicas, trató de convencer a Peter Connolly de ello, en una visita que realizó a Tarragona. A mí personalmente no me convence.
Está claro que, un pomo circular, aunque el puño esté ajustado, permite un movimiento de muñeca libre e incluso eventualmente que el meñique se apoye sobre él. Pero los pomos como los que hablamos, cuya forma es perpendicular al puño y muy saliente, ciertamente no posibilitan ninguna de las dos cosas.
El agarre al que me refiero, sencillamente, apenas permite el giro de muñeca y hace que el eje de la hoja se quede casi estancado en una posición perpendicular al del antebrazo, sin que casi pueda moverse. Como sabes, incluso en un tajo, la muñeca ha de girar, más que nada para que la punta del arma rebase la longitud de nuestro brazo. O bien, como ha señalado Rufino, este tipo de pomo hace que haya que “torsionar” el arma, de forma que el plano de la hoja ya no siga la línea de los nudillos, lo cual es biomecánicamente absurdo. Esto, como ambos hemos dicho, se debe a la anchura del pomo, no al tamaño de la empuñadura.
Más allá de las espadas, el hecho de que el tamaño de algunos objetos del pasado es considerablemente más pequeño que el actual no es nada nuevo. Esto ocurre con las asas de algunos escudos, cuchillos de uso doméstico en los que uno de los dedos debería ir en el aire o sobre el filo, etc. Y, para aquellos que además de armas también hemos tenido en nuestras manos huesos humanos de más de mil años, el hecho de encontrarte ejemplares adultos de reducidas proporciones, tampoco resulta nada sorprendente.
En todo caso, remitiéndome de nuevo a Aristóteles, ante la duda, yo me quedo con la opción más simple.