Mensaje
por Diego de Guadalajara » Jue May 26, 2005 8:31 pm
Lo prometido es deuda, contare el duelo Jorrin - Deaucivil, para lo cual entraremos en situacion: Corria el año 188 y tantos, lugar nuestra querida Habana española, dos amigos Jorrin de la isla, Deaucivil de la peninsula, capitan de artilleria destinado en la Habana. Los dos, jovenes, solteros, bulliciosos y como buenos hispanos amigos de divertirse, se les veia siempre juntos, siempre alegres, en sociedad, en bailes y sitios de rumba. ¿como es posible que dos amigos unidos por un afecto sincero, efusivo, de esos que la juventud hace tan bellos, de pronto se conviertan en dos fieros enemigos a los que el odio lleve a una contienda mortal? Pues asi fue. De pronto en una comida copiosamente regada, entre los taponazos de champaña, surge una disputa y un -mentis- resonante, y Deaucivil le dice a Jorrin: -A mi no me desmiente ningun tal como tu. Jorrin enardecido le contesta con una tremenda bofetada en la cara del capitan. La razon , o mejor, la causa del conflicto, en palabras de un familiar de Jorrin, no fue la politica no, fue algo mas serio, noble y digamoslo asi romantico, fue una mujer. Bellisima, un ensueño, la llamaban Glorita la Mejicana, y era entonces la mujer alegre mas radiante de aquella encantadora ciudad, la mas atrayente de America, tropical y esplendida, la Habana refinada y magnifica. La historia de siempre, ella locamente enamorada de Jorrin, pero el no era hombre de una sola mujer, mozo atletico, elegante, coqueteaba con todas, como un Tenorio, olvidaba a sus amigas apenas se posesionaba de sus favores, Gloria decidio darle celos con su mejor amigo Daucivil, resultado el duelo, y ya sabemos como se las gastaban en la isla, segun Murias tierra fronteriza y como tal mas salvaje en todo. Fue algo publico, como publico fue la bofetada, publico los amorios, y publico el duelo, la gente se fue a el como si acudieran a una velada de boxeo, o a una pelea de gallos, tan frecuentes en aquel bendito lugar. Las autoridades hicieron la vista gorda. Deaucivil era un pundoroso oficial del ejercito español, artillero de tradicion familiar, bajo de estatura, cetrino de cara, pero con un corazon sereno y valiente. Enemigo temible con un sable o con una espada en la mano. La esperiencia de Armiñan con este tipo de gente, nos dice que son de un valor indiscutible, hombres de corazon, al que se le entrega un arma y se le dice: defiendete, son autenticos leones. Esos hombres de dignidad y pundonor igualan y superan las dificultades y son temibles en el campo del honor. Su alma española y soldadesca, se aferro al espiritu de aquella antigua hidalguia, de culto a Dios, Patria, y Rey. Desescucho los filosoficos consejos acerca de la brutalidad del duelo y del famoso y para algunos trasnochado honor calderoniano. Y el Deaucivil el ofendido nombro padrinos y escogio dada la seriedad del asunto el sable con todo su juego, filo, contrafilo y punta. Dado que los dos eran buenos conocedores del arma, el uno por exigencia del oficio (militar), y el otro por como decian entonces ser un sportman (entre otras cosas la esgrima), los padrinos de Deaucivil decidieron llevar a su protegido a un viejo maestro de armas para inclinar la igualada balanza a su favor, estas fueron sus enseñanzas: - Fijese bien en lo que le voy a decir, y es la unica leccion que le voy a dar sobre su duelo y este arma (sable de combate). Es preciso jugarse la vida para realizar con exito un ataque fulminante, que si es cortado por su enemigo en las reglas del combate le costara a usted la cabeza. Si colocado en guardia, en ese fugitivo instante en el que el director del combate diga ¡adelante señores!, si en esos segundos se dispara usted a fondo como una ballesta sobre su contrario sorprendido, podran suceder dos cosas, o que le atraviese de parte a parte, porque la punta del sable es la que mata, o que el esquive de un salto su punta y sea usted el herido. El alumno solo dijo una cosa ¡veremos!
La mañana del duelo era clara y bella, el mar azulado, limpio tranquilo, convidando a vivir. Al fondo en un pequeño recuesto de la playa, la gente se agolpaba , los unos sentados en sus coches de tiro los otros de pie, otros a caballo escudriñando con la vista o con los prismaticos del teatro y la zarzuela, o con un catalejo. Al filo de las ocho llegaron los duelistas con su cortejo, padrinos, testigos, juez de campo y medico. Se midio el terreno y se colocaron en linea, el director dijo, -un paso atras- y toco con el guante la punta de los flexibles y agudos sables, y reposadamente, ordeno -adelante señores- Como si cruzara un relampago, se lanzo el artillero en un fondo fulminante, como seria que su padrino penso al ver la punta del sable salir por detras de su rival que habia pasado sin tocar. Habia pasado, si, pero atravesando de parte a parte a Jorrin, de vientre a espalda. Padilecio mortalmente el herido. Solto el sable y se desplomo.
Jorrin murio y Deaucivil fue trasladado a la peninsula al dia siguiente en el barco Antonio Lopez.
Bonita y buena pelicula podria salir de esta historia.
El español de todas las clases se educó para la guerra. Si era caballero, templaba desde niño sus nervios familiarizándose con las armas y la arriesgada caza del jabalí a la lanza o rejoneo de toros bravos...