sec escribió:En el cantar mio no pone España,me imagino que dependerá de la traducción pues tengo otro que es para crios que se permite muchas licencias en la traducción,en cuanto a los reinos me parece que hasta los RR CC,
No tengo tiempo ni ganas para encontrar el pasaje concreto que cité. Baste con este otro.Versos 3722-3725:
Veed qual ondra creçe al que en buen naçió,
Quanto señoras son sues hijas de Navarra e de Aragón
Oy los reyes dEspaña sos parientes son,
A todos alcança ondra por el que en buena ora naçió.
Y meando fuera de tiesto de nuevo, sin pretender extenderme demasiado (pero sabiendo que lo voy a hacer)...
La creación de los fueros de Vizcaya (1452 y revisados en 1526), de Guipúzcoa (1375, recopilación definitiva en 1696) y de Álava (1458) tuvo una enorme trascendencia en el País Vasco. Antes de ello, el territorio se había estructurado en torno a lazos de parentesco, existiendo innumerables conflictos entre las grandes familias y la baja nobleza, llamadas “guerras banderizas”, de una forma similar a lo que ocurrió en Cantabria y Asturias.
El régimen foral y unas medidas de los reyes católicos se plantearon el objetivo de evitar esta serie de disputas que ensangrentaban el territorio. Tal vez la más conocida de las segundas sea el “desmoche” de las casas-torre que salpican la geografía norteña, que se reconvirtieron en viviendas. En el caso vasco, el régimen foral estableció varias pautas que, como he dicho, tendrían una gran repercusión en el futuro.
Por un lado, la proclamación de la hidalguía universal vascongada, que supuso, en cierta forma, establecer una especie de rasero social igualitario (en consideración social que no a nivel económico). Por otro, el establecimiento de la troncalidad de la herencia, por el cual ésta no se podía dividir entre hermanos, existiendo a partir de entonces un único heredero. A esto se unió poco después un fenómeno conocido como “la revolución del maíz”: la traída de ciertas especies agrícolas desde América (patata, maíz, tomates...) permitió un desarrollo agrícola toda la cornisa cantábrica, territorio tradicionalmente poco propicio para el cultivo cerealístico.
De esta forma se desarrolló una articulación territorial socio-económica muy peculiar en torno al baserri (caserío), como unidad de producción de carácter autónomo. Esto comenzó siendo un sistema eminentemente minifundista, pero con el tiempo las propiedades acabaron recayendo en torno a la figura de unos terratenientes (los jauntxos) que arrendaban la propiedad a los baserriko-jaunak o caseros.
De esta forma el baserri pasaba de manos del padre al hijo más capaz para llevar a cabo las tareas agropecuarias, adquiriendo incluso como apellido el nombre caserío en el que se vivía. Esta fue también una consecuencia importante, a nivel de la onomástica personal vasca. La hidalgura universal implicaba además que la lengua vasca era considerado un síntoma de cristiano viejo, por lo que sufrió una especie de “revitalización” en su consideración social, como demuestran los escritos de apologistas del euskera como el padre Larramendi.
En definitiva, que los apellidos de tipo patronímico terminados en –ez o aquellos apellidos vascos como García, desaparecieron en beneficio de apellidos toponímicos euskericos, formados muchas veces por la palabra –etxe (casa) o –mendi (lugar). Así se pasó de una sociedad principalmente ganadera y articulada en función de lazos de parentesco a una agraria articulada en torno al caserío, una transición conocida como “del parentesco a la territorialidad”.
Con todo esto quiero decir que, al contrario que en otros lugares con un régimen similar, el sistema foral vasco estaba íntimamente vinculado a la extremadamente conservadora sociedad tradicional vasca, a todos los niveles: en su articulación social, económica, lingüística, etc. No hay que olvidar que las sociedades rurales son cerradas, creando además unos grandes lazos de interdependencia entre los individuos y por ello poseen una capacidad de control social enorme. Especialmente en la España de la Contrarreforma y el nacionalcatolicismo.
El País Vasco era, en definitiva, un territorio eminentemente rural y extremadamente conservador, política, económica y religiosamente, por lo que el Carlismo poseía un sustrato ideológico importante como para poder arraigar allí. Más tarde, a esto se unió la amenaza de la abolición foral. No hay que olvidar que en 1833, el mismo año de inicio de las Guerras Carlistas, Javier de Burgos estableció el modelo provincial actual y en 1839 los fueros vascos sufrieron una reforma importante, antes de su abolición definitiva en 1876, tras el fin de las guerras civiles.
Por otro lado, el incipiente desarrollo de la industria metalúrgica en el eje del Nervión, trajo consigo una auténtica revolución, haciendo que parte de la población agraria vasca se trasladase a los centros urbanos, al mismo tiempo que llegaban las ideas liberales y, más tarde, todo ello diera lugar a la llegada masiva de población del centro de la península, de clase obrera y que poseía una moral y costumbres “más relajadas”.
La visión de este sistema tradicional vasco está muy polarizada ideológicamente. Por un lado se puede citar a Ramiro de Maeztu, cuyo punto de vista coincide a grandes rasgos con la de Unamuno o la de otros intelectuales vascos de la generación del 98:
“La tierra de Vizcaya pertenece en el noventa y cinco por ciento de su extensión a una minoría de capitalistas que vive ociosa en las villas y ciudades de la provincia, con la única preocupación de impedir a toda costa que se alteren los buenos usos y costumbres del país. Cada casero es un arrendatario que cultiva de dos a ochenta hectáreas de tierra y que paga por el usufructo de ésta y por el uso del caserío, donde vive al abrigo del estiércol de su vaca, de quinientas a mil quinientas pesetas anuales, o sea diez o doce veces la renta que paga a su señor la tierra más fértil de las vegas andaluzas (...)
Para que el sistema perdure es absolutamente indispensable que el casero vizcaíno no aprenda castellano, ni salga del país, ni se roce con gentes que puedan despertar en su espíritu un anhelo de bienestar, de amor o de justicia.
Como la renta de la tierra es excesiva, es abrumadora, para que pueda satisfacerla se necesita que el aldeano reúna a la potencia trabajadora del yankee la sobriedad del árabe. Para lograrlo se ha inventado la teoría de los buenos usos y costumbres y el cura se encarga de velar por su cumplimiento”.
Por otro, claro está, la de los defensores del fuerismo, como Antonio Trueba:
“La mayoría de las caserías de Vizcaya están habitadas y explotadas por colonos e inquilinos (...) pero para estos inquilinos tienen la casa y la hacienda arrendadas el atractivo y aun el interés de la casa y de la hacienda propios, porque allí han nacido sus padres y aun abuelos, y allí están los recuerdos de su vida y su familia. Aquí el propietario, lejos de ser un tirano del colono, es un protector, un amigo, un padre; éste considera como familia suya la del colono; como la posesión secular encariña al propietario con la familia que secularmente ha dado calor y vida a aquella casa y ha hecho fructificar con el sudor de su frente aquellos árboles y aquellas heredades. Pregúntese al propietario cual es la razón del cariño que tiene al inquilino y se le oirá contestar: su madre me sirvió de nodriza, su hermana me sirvió de niñera, jugando con él en el caserío pasé los días más felices de mi niñez. El paño de lágrimas del inquilino es siempre el propietario que le auxilia en sus necesidades, le consuela y visita en sus enfermedades, le defiende cuando se le ve atropellado y le aconseja cuando tiene necesidad de consejo”.
Pese al aparente maniqueismo de las opiniones, creo que leyendo entre líneas se puede dar una idea de lo que pudo suponer el hundimiento del sistema foral. En definitiva, que para el fuerismo, y más tarde para el nacionalismo de Sabino Arana, todo ello constituía la destrucción de la sociedad vasca a todos los niveles imaginables, en el caso del último incluso a niveles raciales.
Con todo esto quiero decir que es cierto, tal y como dice Malikari, que el nacionalismo recogió unos anhelos existentes en la sociedad vasca, encauzándolos hacia el secesionismo. Y que no hay que trivializar la crisis que existió en el siglo XIX en el País Vasco, un territorio que pasó de golpe y porrazo a ser un territorio rural, conservador y marginal económica y demográficamente, hasta convertirse en un auténtico motor económico, triplicando su población en poco más de 50 años.
Respecto al término "Pais Vasco", no estoy seguro pero creo que es un galicismo, una adaptación castellana de "pays basque".
Y respecto al héroe citado en el Leabor Gabala Erren, y que es citado en la canción de Siniestro Total, aunque su nombre se escriba "Breogan", en realidad se pronuncia "Brégan". Y es que hay que aplicar las normas de pronunciación del gaélico y no del castellano. Esto puede dar una idea de hasta qué punto se trata de un mito propio Galicia, modas celtomaníacas aparte.