Pese a todos los pesares, y aun a riesgo de que se me identifique con los partidarios de un "look" a lo Excalibur de Boorman, algunas armaduras, en realidad más de las que parece, estaban acabadas con un pulido que, si no espejo, sí que se aproximaría a lo que me imagino estáis describiendo.
Las únicas armaduras que se servían con toscos acabados eran las de tropa (piqueros, coraceros, etc) de a tanto la docena, porque cualquier gentilhombre portaría un arnés de acabado fino, quizá pavonado en función de su gusto, pero también posiblemente de punta en blanco, blanco, con la posterior adición de todo tipo de decoraciones al aguafuerte o repuijadas, y después damasquinadas, nieladas, doradas, etc., etc.
De hecho, a los Tercios españoles se les recomendaba usar, para los piqueros de las primeras filas, "arneses blancos", nunca de otro tipo, pues eran los que más "espantaban" al enemigo y reforzaban la moral de las propias tropas. No en vano te decían en la mili que las botas y el uniforme limpios, siempre, aunque te fueras a dar barrigazos en el barro acto seguido. Guerra psicológica, al fin y al cabo...
Resumiendo, que si las piezas son malas, lo son por muchas cosas, pero lo del pulido a espejo no es la mayor de sus incoherencias...
En general, tenemos en Occidente la visión de que el equipo antiguo, si sucio y polvoriento, est´mejor reconstruido, mientras que nos parece natural que una katana de 800 años aún deslumbre bajo el sol en las faldas del Monte Fuji. Pero las espadas de la antigüedad europea, cuando eran nuevas, eran armas de un acabado superior, especialmente aquellas destinadas a la nobleza. Cuando alguna pieza de calidad nos llega en buenas condiciones ves que el trazado de sus líneas, vaceos, canales, etc., es de una precisión sorprendente, magnífica sin duda. La mala conservación, debida a la falta de respeto a lo antiguo en general de que hace gala nuestra historia europea es la responsable de que muchas de estas piezas hoy presenten un estado lamentable. No es la antigüedad la que más mata, es la indiferencia.
JJ
Armaduras de placas a bajo precio
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Bueno, aprovechando que se está congregando aquí la caballería pesada (iba a decir "artillería" pero así queda más romántico), me gustaría dejar una pregunta sobre la que imagino que podréis darme alguna información:
¿Qué técnicas de limpieza y pulido se realizaban "en campaña" sobre las armas y armaduras en épocas antiguas?.
Me refiero sobre todo a limpieza y remoción de puntos de picadura o tras la aparición de pátinas de oxidación rojizas en hojas pulidas o sobre armaduras de fino bruñido.
He leido en varias ocasiones (aunque no recuerdo fuentes, la verdad) técnicas de mantenimiento de época sobre todo de armaduras con picados leves a base de lustrar con materiales relativamente blandos (esparto y telas bastas si no recuerdo mal) y aceites o grasas más sólidas. También he leido en manuales de metalurgia antiguos algunas técnicas para pulidos especulares a base de polvos abrasivos (polvos minerales, polvos metálicos procedentes de operaciones de desbaste, polvillos de orín o de fragua...), pero mi duda es respecto a ese punto concreto ¿qué haría ante esos problemas un soldado o un oficial en campaña cuando no tenía un herrero a mano? (o, aunque lo hubiera, simplemente estuviera demasiado ocupado en otros menesteres más importantes).
¿Habéis visto tal vez en un tratado antiguo o un manual castrense o algo parecido, algún consejo de mantenimiento "de andar por casa" aplicable por las propias tropas o por ayudantes para mantener bruñidas sus armaduras y armas?.
Al respecto tengo un par de hipótesis que me gustaría también comentar por si os suenan. La primera es sobre el uso de pieles de peces como abrasivo de uso sencillo y la segunda sobre el uso de piedras de pulido en superficies curvas.
Sore las pieles de peces curtidas (me refiero a piel de raya y de tiburón, llamadas en el ámbito de las armas "zapa" en español y "same" en japonés), decir que sé que un familiar mío militar de profesión la empleaba hará unos setenta u ochenta años para mantenimiento de la empuñadura (y posiblemente hoja) de su sable reglamentario (aclaro que yo no lo conocí personalmente, pero mi tía que falleció recientemente a la edad de 96 años me lo contó con pelos y señales, pues ella misma le había ayudado muchas veces puliendo correajes y arneses de caballo -y eso que por norma le correspondían dos ordenanazas, a los que no les gustaba confiar estas labores "porque es por lo primero que se distingue un oficial cuidadoso, por su imagen"-).
Dado que estas pieles se emplearon para forrado de empuñaduras junto con la de mamíferos y que esas últimas se emplearon para labores de mantenimiento de hojas (todos conocemos las cintas de cuero empleadas para "asentar" filos), he pensado que tal vez en tiempos antiguos se aprovecharan las cualidades abrasivas y al mismo tiempo elásticas de la piel de tiburón y raya (propiedades que debían ser difíciles de encontrar en la época en que no existían papeles de lija u otros materiales "blandos" de pulido) para el mantenimiento de superficies no lisas, como las de las armaduras.
Respecto a la segunda hipótesis, el uso de las piedras de afilado en superficies no lisas, aunque chocante aclaro que no es en absoluto tan disparatado como pensaba yo mismo no hace mucho. Me explico:
Hace ya tiempo vi un reportaje sobre las batallas del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, donde un veterano oficial japonés comentaba las dificultades de aprovisionamiento que padecieron. Comentaba que para el mantenimiento de su gunto él había traido de su casa una sola piedra de un grano más fino que aquéllas que se solían emplear en el ejército (la entrevista la hacía vestido con un hakama tradicional y en lo que parecía un dojo antiguo; es posible que este señor tuviera una formación sobre artes marciales tradicionales previa, incluso que empleara una hoja tradicional de katana y no un gunto "de serie", de ahí que decidiera emplear esa piedra).
El caso es que comentaba que en el ambiente húmedo y caluroso de la selva todas las superficies de acero expuestas acababan por picarse y oxidarse y, ante la falta de otros medios, él se pasaba todos los ratos muertos, saneando y puliendo cascos, pistolas, fusiles, bayonetas, guntos y demás instrumentos metálicos con la sola ayuda de su piedra.
Esto que en su momento me pareció una exageración (me refiero a usar una piedra para pulir superficies curvas o de pequeño tamaño) y que era solo una manera de expresar el padecimiento de las situaciones angustiosas que se dieron en esa guerra, no ha tanto que ha cambiado a partir de un reportaje que hace nada pude ver:
Era sobre algo tan aparentemente alejado de las armas como un reportaje sobre la customización de automóviles. Para situarnos hay que explicar que el grado de acabado que se muestra en algunos de los trabajos que se producen en este elitista mundillo es equivalente al nivel de mimo y perfeccionameinto -y precio- de la joyería de mayor prestigio (o, porqué no decirlo, del nivel de perfeccionamiento de, pongamos, una armadura de Carlos V, un estoque pontificio o de un katana vestido con los materiales más preciosos por los mejores artífices de cada momento y lugar). Advierto esto para dejar cada cosa en su sitio y que no nos aparezcan las imágenes del "tuneo" de fin de semana que encontramos en nuestras calles (respetable afición en todo caso, pero que se parece a lo expuesto como un Seat 600 a un Ferrari F-40).
EL caso es que uno de los más prestigiososo decoradores-pintores de este tipo de transformaciones, empleaba para un modelo de exposición -ridículamente caro, recuerdo-, una piedra de grano exageradamente fino para dar el último repaso a las superficies pintadas de la carrocería, todas ellas llenas de curvas y recovecos. Mientras lo iba haciendo comentaba a la cámara que ésta era una técnica que se estaba perdiendo merced de las lijas de agua montadas sobre esponjas o gomas, los discos de pulimento en máquinas eléctricas y los barnices actuales, pero que con eso y todo, la diferencia se notaba para un ojo experto.
Mi reflexión: con una piedra de pulido y un buen aprendizaje se podrían hacer verdaderas maravillas en la "recuperación" de armaduras a su estado de revista al tiempo que serían muy fáciles de portar y de una duración muy considerable.
Evidentemente esto no quita que un saquito con polvo de orín y una esponja (u otro material que se pudiera empapar con agua o aceite y "atrapara" este polvo, como por ejemplo una tela gruesa) no fueran tan buena herramienta de trabajo o incluso mejor (puede que más versátil y tal vez más fácil de usar).
En fin, dejo mis especulaciones a vuestra consideración y vuelvo a la pregunta inicial: ¿sabéis de alguna técnica antigua para la restauración "de campaña" de armas y armaduras aplicable fuera de un taller y por alguien poco experto?.
Gracias anticipadas y saludos.
¿Qué técnicas de limpieza y pulido se realizaban "en campaña" sobre las armas y armaduras en épocas antiguas?.
Me refiero sobre todo a limpieza y remoción de puntos de picadura o tras la aparición de pátinas de oxidación rojizas en hojas pulidas o sobre armaduras de fino bruñido.
He leido en varias ocasiones (aunque no recuerdo fuentes, la verdad) técnicas de mantenimiento de época sobre todo de armaduras con picados leves a base de lustrar con materiales relativamente blandos (esparto y telas bastas si no recuerdo mal) y aceites o grasas más sólidas. También he leido en manuales de metalurgia antiguos algunas técnicas para pulidos especulares a base de polvos abrasivos (polvos minerales, polvos metálicos procedentes de operaciones de desbaste, polvillos de orín o de fragua...), pero mi duda es respecto a ese punto concreto ¿qué haría ante esos problemas un soldado o un oficial en campaña cuando no tenía un herrero a mano? (o, aunque lo hubiera, simplemente estuviera demasiado ocupado en otros menesteres más importantes).
¿Habéis visto tal vez en un tratado antiguo o un manual castrense o algo parecido, algún consejo de mantenimiento "de andar por casa" aplicable por las propias tropas o por ayudantes para mantener bruñidas sus armaduras y armas?.
Al respecto tengo un par de hipótesis que me gustaría también comentar por si os suenan. La primera es sobre el uso de pieles de peces como abrasivo de uso sencillo y la segunda sobre el uso de piedras de pulido en superficies curvas.
Sore las pieles de peces curtidas (me refiero a piel de raya y de tiburón, llamadas en el ámbito de las armas "zapa" en español y "same" en japonés), decir que sé que un familiar mío militar de profesión la empleaba hará unos setenta u ochenta años para mantenimiento de la empuñadura (y posiblemente hoja) de su sable reglamentario (aclaro que yo no lo conocí personalmente, pero mi tía que falleció recientemente a la edad de 96 años me lo contó con pelos y señales, pues ella misma le había ayudado muchas veces puliendo correajes y arneses de caballo -y eso que por norma le correspondían dos ordenanazas, a los que no les gustaba confiar estas labores "porque es por lo primero que se distingue un oficial cuidadoso, por su imagen"-).
Dado que estas pieles se emplearon para forrado de empuñaduras junto con la de mamíferos y que esas últimas se emplearon para labores de mantenimiento de hojas (todos conocemos las cintas de cuero empleadas para "asentar" filos), he pensado que tal vez en tiempos antiguos se aprovecharan las cualidades abrasivas y al mismo tiempo elásticas de la piel de tiburón y raya (propiedades que debían ser difíciles de encontrar en la época en que no existían papeles de lija u otros materiales "blandos" de pulido) para el mantenimiento de superficies no lisas, como las de las armaduras.
Respecto a la segunda hipótesis, el uso de las piedras de afilado en superficies no lisas, aunque chocante aclaro que no es en absoluto tan disparatado como pensaba yo mismo no hace mucho. Me explico:
Hace ya tiempo vi un reportaje sobre las batallas del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, donde un veterano oficial japonés comentaba las dificultades de aprovisionamiento que padecieron. Comentaba que para el mantenimiento de su gunto él había traido de su casa una sola piedra de un grano más fino que aquéllas que se solían emplear en el ejército (la entrevista la hacía vestido con un hakama tradicional y en lo que parecía un dojo antiguo; es posible que este señor tuviera una formación sobre artes marciales tradicionales previa, incluso que empleara una hoja tradicional de katana y no un gunto "de serie", de ahí que decidiera emplear esa piedra).
El caso es que comentaba que en el ambiente húmedo y caluroso de la selva todas las superficies de acero expuestas acababan por picarse y oxidarse y, ante la falta de otros medios, él se pasaba todos los ratos muertos, saneando y puliendo cascos, pistolas, fusiles, bayonetas, guntos y demás instrumentos metálicos con la sola ayuda de su piedra.
Esto que en su momento me pareció una exageración (me refiero a usar una piedra para pulir superficies curvas o de pequeño tamaño) y que era solo una manera de expresar el padecimiento de las situaciones angustiosas que se dieron en esa guerra, no ha tanto que ha cambiado a partir de un reportaje que hace nada pude ver:
Era sobre algo tan aparentemente alejado de las armas como un reportaje sobre la customización de automóviles. Para situarnos hay que explicar que el grado de acabado que se muestra en algunos de los trabajos que se producen en este elitista mundillo es equivalente al nivel de mimo y perfeccionameinto -y precio- de la joyería de mayor prestigio (o, porqué no decirlo, del nivel de perfeccionamiento de, pongamos, una armadura de Carlos V, un estoque pontificio o de un katana vestido con los materiales más preciosos por los mejores artífices de cada momento y lugar). Advierto esto para dejar cada cosa en su sitio y que no nos aparezcan las imágenes del "tuneo" de fin de semana que encontramos en nuestras calles (respetable afición en todo caso, pero que se parece a lo expuesto como un Seat 600 a un Ferrari F-40).
EL caso es que uno de los más prestigiososo decoradores-pintores de este tipo de transformaciones, empleaba para un modelo de exposición -ridículamente caro, recuerdo-, una piedra de grano exageradamente fino para dar el último repaso a las superficies pintadas de la carrocería, todas ellas llenas de curvas y recovecos. Mientras lo iba haciendo comentaba a la cámara que ésta era una técnica que se estaba perdiendo merced de las lijas de agua montadas sobre esponjas o gomas, los discos de pulimento en máquinas eléctricas y los barnices actuales, pero que con eso y todo, la diferencia se notaba para un ojo experto.
Mi reflexión: con una piedra de pulido y un buen aprendizaje se podrían hacer verdaderas maravillas en la "recuperación" de armaduras a su estado de revista al tiempo que serían muy fáciles de portar y de una duración muy considerable.
Evidentemente esto no quita que un saquito con polvo de orín y una esponja (u otro material que se pudiera empapar con agua o aceite y "atrapara" este polvo, como por ejemplo una tela gruesa) no fueran tan buena herramienta de trabajo o incluso mejor (puede que más versátil y tal vez más fácil de usar).
En fin, dejo mis especulaciones a vuestra consideración y vuelvo a la pregunta inicial: ¿sabéis de alguna técnica antigua para la restauración "de campaña" de armas y armaduras aplicable fuera de un taller y por alguien poco experto?.
Gracias anticipadas y saludos.

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