Luis Ruiz escribió:Aparte, las armas de cualquier fortaleza, acumuladas de botines de guerra y produccion propia a lo largo de los años, no estaban ahi de adorno, servirian para ayudar a equipar a la plebe.
La cuestión, en la edad media, no funcionaba así: no había un depósito de armas común con el cual equipar a la plebe en caso de necesidad: las armas y el equipo defensivo eran una posesión personal, que cada uno guardaba en su propio armario (de ahí el nombre). Los fueros, en algunos casos, estipulan qué parte"útil" del botín (espadas, caballos, armaduras) se puede quedar quien lo capture y qué parte se ha de entregar al rey o al señor feudal; el cual, a su vez , en lugar de almacenarlos, los regalaba a quien creía conveniente, sin olvidar el uso y servicio que el destinatariole puede dar: el que un señor regale a sus vasallos equipo militar es una constante en toda la edad media.
Luis Ruiz escribió:Pero de todas formas, lo que yo digo, es que por mucho que se equipase en la medida de lo posible, cuando hiciese falta, saldria de todo, si no hay armas para todos, se inventan, se sacan de debajo de las piedras, o las propias piedras si hace falta.
Ya, pero la cuestión es la frecuencia con la que se recurría a ese último recurso, de una utilidad objetivamente marginal. Más bien se puede decir que en no pequeña medida la organización social medieval estaba orientada a no tener que recurrir nunca a él, esto es, a disponer siempre de recursos militares eficientes (esto es, equipados y entrenados).
Y si consideramos una campaña ofensiva, ya ni te cuento: habida cuenta de los problemas logísticos de mantener una fuerza de combate en territorio hostil, interesa que ésta sea lo más pequeña posible y, por tanto, interesa componerla de elementos lo más eficaces posibles: un campesino armado con una azada come lo mismo que un caballero completamente armado, equipado y entrenado, pero mata muchísimo menos. Engordar una fuerza de invasión con contingentes de cuasicombatientes no era lo habitual si no se pretendía algo específico, como engañar al contrario con respecto a la composición de las fuerzas o destacar guarniciones en la ruta de avance; pero en la España fronteriza de la edad media, la norma era la cabalgada: incursiones rápidas realizadas por pequeños grupos de "profesionales" de las armas.
Luis Ruiz escribió:Cierto, mi error, se me fue un cero, no se en que estaba pensando, pero aun con unas cifras mas aproximadas, 30.000-40.000 caballeros en potencia siendo optimista siguen siendo insuficientes. No se puede nunca, nadie lo ha hecho en toda la historia movilizar al 100% de las fuerzas para nada. Pero sin poner como ejemplo de cifras algo tan discutido como las cifras de las Navas de Tolosa, poniendo como ejemplo la toma de Cordoba, no me imagino que entre los que estaban en la ajarquia y los que sitiaban una ciudad del tamaño de Cordoba fuesen todo caballeros y mercenarios. Ni llamando a todo lo que estuviera disponible. Fernando III fue con lo que tenia en ese momento, llamo a las ordenes militares y fueron varios nobles mas con sus fuerzas, un par de obispos con las suyas, etc. Todos castellano-leoneses, no hay forma de que tuviesen un ejercito "profesional" exclusivamente. Que mercenarios y caballeros fueran la parte mas importante de las fuerzas sin duda, pero que en numero tenian que ser minoritarios.
A ver, a esas alturas de la edad media sí es cierto que el elemento militar profesional de origen noble era minoritario, pero eso no significa que el resto fueran levas sin entrenamiento ni equipo, principalmente porque:
-Cada caballero acude al combate dirigiendo una pequeña unidad llamada (posteriormente) "lanza", compuesta de uno o varios escuderos y hombres de armas de su casa. Así que cada noble contabilizado aporta a la hueste un mínimo de otros tres o cuatro combatientes adecuadamente equipados y entrenados.
-Las milicias concejiles, aunque compuestas de gente que no eran profesionales de la guerra strictu senso, también estaban adecuadamente equipadas y entrenadas.
Para que nos hagamos una idea, baste esta descripción de la llegada del contingente aragonés, de la Crónica de don Rodrigo Jiménez de Rada:
"Poco tiempo despues desto, llegaron los ricos omes de Aragon muy bien guisados de muchas armas, e de muchos e muy fermosos caballos á Toledo, e eran entre ellos don García Romero e Ximen Cornel, e Miguel de Basur, e Aznar Pardo, e Ximen de Cervera, e el conde de Ampurias, e Remon Fola, e Ximen de Cardona e otros muchos principes e caualleros de un escudo e de una lança, e muchos ballesteros de pié e de caballo, e otros lanceros."
Es decir, que podemos suponer un contingente formado, de mayor a menor importancia y de menor a mayor número, de:
-Grandes señores (los nombrados)
-Media y baja nobleza
-Ballesteros a caballo
-Ballesteros a pié
-Lanceros
Con toda probabilidad, y basándonos en la composición de las tropas, el límite inferior en términos de equipo en el ejercito cristiano en las Navas (señores feudales y sus vasallos, órdenes militares y milicias concejiles) lo marcaba el infante armado con escudo, lanza, casco o capacete y cuchillo con alguna experiencia o entrenamiento en el manejo de ellos y en el combate. Menos que eso sería incumplir las obligaciones contraídas según el esquema social imperante de la época, cuestión que siempre tenía consecuencias, precisamente para evitar que algún vivo saliese del paso de la convocatoria de su señor feudal mandando a cuatro campesinos con horcas (por decirlo así, las leyes se hacían para evitar las mesnadas "low cost").