Batallas: la primera fila

Foro dedicado a la Esgrima Antigua, Clásica, Histórica. También se habla de armas y armaduras, asi como de sus técnicas de combate.

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Jhn
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Jhn » Mié Ene 09, 2008 11:05 am

Perdón la expresión, pero... JODE! Sois unas enciclopedias andantes! :shock:

Ahora me queda más claro el funcionamiento de la primera linea de batalla. Pero aún hay una cosa que no me queda claro. Si las primeras filas no se chocaban en plan Hollywood-ense y mantenian la distancia... hasta cuando la mantenian? Y que hacian, cizañear al enemigo hasta que se abriera un hueco en la fila?

Me cuesta imaginar dos ejércitos de 1.000 tios armados (la cifra de 1.000 igual queda corta) mirandose cara a cara y pinchandose entre ellos, hasta que ¡PAFF! se abre un hueco y allá vamos!

Saludoa y muchas gacias por aguantar a este novato. (yo no duraría ni medio segundo en la batalla). :oops:
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Mario Orsi
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Mario Orsi » Mié Ene 09, 2008 12:19 pm

Saludos
Yeyo escribió:En general, griegos, romanos y bizantinos daban especial importancia al orden y a la disciplina de combate. Sólo Vegecio en su tratado nos habla algo de técnica esgrimística individual, así como el emperador bizantino Mauricio en su Strategikon.
[...]
Por otro lado, también han existido sociedades con una concepción más “heroica” de la guerra (como la celta, la germánica o la micénica) en la que primaba el valor individual y en la que, realmente, se desarrollaban comportamientos que hoy podríamos considerar suicidas. En otras palabras, sociedades en las que existía algo llamado “estado de ánimo heroico” y en las que la muerte en combate no era el final de la existencia, sino el comienzo de una vida mejor. Y, aunque nos cueste creerlo, esto era asumido a pies juntillas.
No hay duda de que otras sociedades tenían unas concepciones enormemente opuestas a las nuestras sobre la vida y la muerte, y que la gente se comportaba de un modo que nos parece absurdo, incomprensible y suicida. Pero la heroicidad y el individualismo tienen siempre sus límites, pues por más maleable que sea la mente humana tiene comportamientos biológicos y atávicos -como el instinto de supervivencia- que no se pueden eliminar nunca del todo, del mismo modo que el cuerpo humano (la percepción, la biomecánica, la fatiga...)tiene límites que no se pueden sobrepasar.

Por ello cuando hablamos de las sociedades "heroicas" donde el guerrero es "individualista" e "indisciplinado" y, al mismo tiempo, "heroico", "divino", "caro a Marte" y cosas por el estilo... debemos pensar que sólo hasta cierto punto.

Pese a lo poco que conozco de las sociedades de la antigüedad, me temo que los galos, germanos, íberos y compañía tuvieron que formar líneas para batirse -y, a veces, batir- a sus enemigos romanos, y también creo que todos ellos tuvieron su nudo en el estómago. Eso no significa que no tuviesen, como muy bien dice Yeyo, caracteres sociales o religiosos que les volvían enormemente valientes, ni que sus líneas fuesen de escudos y lórigas segmentadas uniformes, pero sí implica que un megacaudillo invencible, aislado y apiolando romanos a mansalva con un hacha a dos manos -me refiero al jefe bárbaro de Gladiator :rambo: -sólo tiene sentido en Gladiator, pues en la vida real sería un héroe de corta vida al no tener los flancos cubiertos. ¿Por qué? Porque los seres humanos no tenemos ojos en el cogote, ni visión periférica de águila, ni cuatro manos, y en general no podemos preocuparnos más que del peligro inmediato de enfrente.

Vayamos al aspecto del miedo. Cierto, hay ejemplos de valor suicida en las sociedades heroicas, pero... éstos sirven de ejemplo para el resto... y concretamente para los no tan valientes, abucheados por sus compañeros, por ejemplo, desde la Ilíada (cobarde, mujer!!! -sic-) hasta el Llibre dels Feyts de Jaime I. ¿Por qué esta cobardía? Pues porque, tras decenas de miles de años de atavismo e instinto de supervivencia (mata al mamut si puedes, o sal corriendo antes de que la tribu se quede sin cazadores o tú sin pierna), la educación y el lavado de cerebro funcionan, pero no son infalibles. Y, si no son infalibles sobre los individuos, cuánto menos en los grupos masivos, en los que las emociones se extienden y se contagian y las reacciones en cadena arrastran al más individualista y permiten justificar colectivamente lo que de otro modo sería una falta o debilidad individual.

Además, las heroicidades suicidas -heroicas para quien las comete, suicidas para quien las sufre o las ve de lejos- e incomprensibles se encuentran también en sociedades que no son tan heroicas ni tan lejanas, desde la defensa de Stalingrado a los hombres bomba del integrismo islámico. Y, sin embargo, sabemos bien que no todos los muyahidines ni todos los soldados del Ejército Rojo eran o son valientes, y que muchas veces huyeron y huyen con el rabo entre piernas, por más que exalten y veneren a sus heroes.

¿¿A dónde quiero llegar con este ladrillo??

Pues a lo siguiente: hay que evitar caer en la trampa de la información sesgada que dan las fuentes.

Yo investigo una época considerada como "heroica", que es la Baja Edad Media. Existen, ciertamente, crónicas que hablan de hazañas increíbles de tal barón u cual rey, de batallas explicadas como una sucesión de duelos individuales entre el conde Fulano y el primo del duque Mengano, y que exaltan los comportamientos individuales sin casi hablar de colectivos. Pero si esta fuente se cruza con otras, de tipo administrativo, judicial, legislativo, económico, arqueológico, o incluso con otras crónicas, uno encuentra que esos héroes iban acompañados de cientos o miles de anónimos peones y ballesteros, que tenían un tren de bagajes y una logística, que tenían tendencia a huir si las cosas iban mal y que combatían con una mínima disciplina colectiva imprescindible. Y que contravenir esas normas básicas de la biología y la psicología humanas -un combatiente, desde el paleolítico hasta hoy, necesita un bocata, munición y coordinación con sus compañeros- implicaba una llamada al desastre. En definitiva, heroes o no, eran humanos. Y, como tales, tenían sus límites.

Si tenemos en cuenta las fuentes que nos llevan a considerar a galos y micénicos -por ejemplo- como heroicos, debemos hacernos algunas preguntas. Por ejemplo:

-¿Esa "indisciplina" y "falta de cohesión" de galos o germanos es tan exagerada o sólo producto de la visión mediatizada de los autores romanos que están acostumbrados a sus perfectas legiones?

-¿Tan indisciplinados fueron los íberos como dicen algunos textos romanos? Y, si es así, ¿Por qué ciertas zonas del litoral oriental español están repletas de oppida arrasados por las campañas de Catón -recordémoslo, de reconquista romana- y las acciones de represalia que duraron décadas?.

- Si a los micénicos les iba el combate heroico e individual ¿por qué se amurallaban? ¿Por qué llevaban escudos tamaño armario empotrado que parecen inútiles si no se usan en formación? ¿No será que nos hemos basado en Homero, cuando él (si existió) pretendía algo distinto a hacer historia, y que su atención se centraba en aspectos más épicos que realistas? ¿Podríamos aprender algo de la lucha y el adiestramiento antiterrorista a partir de las películas -salvando las distancias de calidad- de Steven Seagal?

No sé lo suficiente para contestar todas estas preguntas. Quienes sepan más de antigüedad podrán aportar más, pero me temo que la respuesta a muchas de ellas estaría en fuentes de información que no existieron, no se han conservado o aún no sabemos utilizar. Y creo que, de tenerlas, nos llevaríamos sorpresas, como nos las llevamos investigando otras épocas "heroicas" para las que hay mayor cantidad o variedad de fuentes.

¿Niego con esto que hubiese épocas distintas, concepciones distintas de la vida, la muerte, la guerra y otros aspectos de la sociedad? NO. No lo niego. Pero sí creo que debemos ser prudentes a la hora de creer en heroes antes que en hombres.

Disculpad de nuevo por la filípica. :salut:

Hasta pronto
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Elro
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Elro » Mié Ene 09, 2008 12:28 pm

Perdonad si lo idealizo demasiado pero el momento de ruptura debe ser algo así:

El regimiento de milicianos voluntarios compuesto por unos 500 tipos forma parte del centro del ala derecha de un ejercito de varios miles de hombres del cacique de turno. En el lado opuesto del campo de batalla forma un ejercito similar y Ramiro (que es panadero y forma con los milicianos) ve con estupor que el regimiento que ha desplegado justo en frente de ellos es el de unos tipos muy acorazados con unas albardas enormes y con una cara de mala uva tremenda. Su oficial les arenga (o les pega cuatro gritos con las ordenes básicas que para el caso...) y les insta a aguantar por la patria, el rey y etc etc...Comienza la batalla y los dos frentes (de varios miles de hombres) se alinean, pero la línea de batalla es irregular (el terreno, la predisposición a darse de estacazos, lo grande que sea la vara del sargento...) y no entran todos los regimiento entran en combate simultáneamente, Ramiro ve como el combate empieza en el centro del ambos ejércitos y va propagándose rápidamente por toda la línea. ya puede verle el blanco de los ojos al enemigo que avanza a su posición y justo antes del choque le da tiempo a ver como a la derecha un regimiento parecido al que tienen enfrente esta haciendo puré a un regimiento parecido al suyo (compuesto por milicia (entiéndase como unidad no profesional). Y ya le toca a su regimiento. El choque es gradual las alabardas suben y bajan y ahí no hay quien se acerque, los primeros milicianos caen con feos tajos y aunque el sargento se desgañita el resto no lo ven nada claro. Ramiro se cubre un par de veces con su rodela de las acometidas del alabardero que se las mete con saña y ve como a su compadre Ramon le abren la cabeza delante suyo (Ramon que se había podido costear un capacete y un peto herrumbrado por ser hombre pudiente). Decide que la cosa esta "mu malita" y que le pueden ir dando al rey y a todo, empuja al tipo que tiene detrás y recula hasta colarse en la segunda fila, inmediatamente después escabechan al tipo que tenia al lado y al siguiente, por lo que el resto de la primera linea comienza a imitar a Ramiro. La segunda línea también retrocede porque con todo dios intentando irse hacia atrás ahí no hay quien de un triste sablazo, se apretujan contra la tercera que viéndose presionada empieza a plantearse ir a por tabaco a retaguardia. El regimiento enemigo viendo que la moral de los milicianos flaquea comienzan a gritarse unos a otros (y a los de enfrente también) apoyándose, "escabecharlos!" "sin cuartel!". Ahora si las primeras líneas del regimiento empiezan ya a empujar a sus compadres de retaguardia para que salgan pitando y estos que han oído la bulla que mete el enemigo y que los suyos están saliendo de la escabechina por donde buenamente pueden dan media vuelta y huyen, no saben lo que esta pasando delante, pero el miedo al enemigo y sobre todo a quedarte solo contra lo que sea que ahí detrás no dejan lugar a dudas. El centro del flanco derecho se desmorona y el regimiento de alabarderos que tiene oficio deja que la milica huya para arremeter contra los flancos del ala derecha a través del boquete del centro. El ver correr un regimiento entero es algo muy desmoralizador y el flanco derecho del ejercito no tarda en salir corriendo presionado por la ruptura de línea y el miedo propagado entre los hombres.

Lo dicho, muy idealizado (y hasta literario :jocolor: ) pero me imagino que debía ser algo así. En la época micénica las batallas bebían durar nada, en cuanto 10 o 15 campesinos decidieran que el tipo que les había tocado en suerte era demasiado grande para ellos y dieran media vuelta...sin oficiales para contenerlos debía ser una desbandada.

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Javier Azuaga
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Javier Azuaga » Mié Ene 09, 2008 12:47 pm

Esto era en respuesta a Jhn, pero me he liado tanto que se me han adelantado. Cosas de escribir desde el trabajo :lol:


Ojo, que el hecho de que no hubiera un choque desordenado y caótico no implica que no hubiera combate. Imagínate por un momento marchando en primera fila de una legión, protegido con un escudo considerablemente grande, que te cubre desde rodilla hasta la cara, con una cota de mallas, y armado con una espada corta. Miras delante y ves un muro de escudos marchando directamente hacia tu línea, igualmente de protegidos, igualmente de amenazadores. Te fijas en el tío que cae justo delante de ti y te impone un respeto acojonante. De la rodilla a la cabeza no ves hueco por donde endiñarle espada, pilum, ni ná. Se lanzan las jabalinas y por suerte ninguna te ha inutilizado el escudo ni herido. Siguen avanzando y te preparas para el choque. Te parapetas tras el escudo, ves al sujeto que cae frente tuyo como acelera el paso y hace amago de atacarte. Avanzas tu posición para acortar la distancia en el último momento y paras su ataque con tu escudo. Intentas lanzarle una punta pero no hay hueco. Le empujas, te empuja, intentas cubrirte en alto lanzando una punta por debajo, solo encuentra escudo, el te lanza otra, solo encuentra escudo…

Esto lo podrías alargar hasta que consiguieras o te consiguieran herir. 10 segundos, 5 minutos… vete a saber. Lo que sí que tienes que visualizar es la dificultad para incapacitar al enemigo. Un escudo protege muchísimo más de lo que nos pensamos. Mira que no estamos hablando de tíos que van pegando sartenazos a lo Braveheart, ni apartando el escudo para que te metan un pincho en las costillas. Si tienes un escudo, te cubres, proteges tu cuerpo, lanzas ataques siempre cubriéndote, tratando de endosar 10 cm de la punta de tu gladius en el cuerpo del otro tío mientras procuras no desprotegerte demasiado respecto a los de sus lados. En definitiva, una lucha muy intensa, muy cubierta, de mucha resistencia y donde las heridas más probables son una puntada o tajo en un brazo, en la pierna, o algo más raro, en la cara. De ahí que las bajas en combate no fueran tan tan altas en el bando de los ganadores como pintan las películas. Un combate entre veteranos bien protegidos (época medieval, antigüedad, y por lo general toda batalla con escudos), es un combate lento en el que muy posiblemente hubiera momentos en que ambas formaciones se separaran algunos metros, cogiendo aliento para continuar el combate y muy posiblemente retrasar a los heridos leves o soldados simplemente agotados.

De ahí que las batallas, como te decíamos, solieran decidirse con movimientos tácticos, y no con el combate directo. Un combate línea contra línea puede durar una eternidad, sin embargo un movimiento de flanqueo, la rotura de la línea por algún punto (ya sea por actuación de tropas de elite, por desgaste previo al choque de líneas como el caso de las falanges macedónicas), o cualquier situación en la que la táctica sea determinante puede poner en desbandada a un ejército rival antes de que todos tus efectivos hayan llegado a luchar siquiera. Esa es la gracia del “arte de la guerra”. Dos ejércitos iguales pueden luchar durante horas, pero es la táctica la que gana las batallas (en caso de igualdad de entrenamiento y material). Siempre hay excepciones, claro, como el caso romano, basado en tácticas “hiper simples”, pero en el que la superioridad técnica en protecciones y armamento, el sistema de rotación de filas, y la coordinación entre unidades formaba parte de su táctica, por mucho que su punto fuerte en batalla fuera el “3 líneas y palante”.

Todo este turrón es para que te hagas una idea de que cada época tiene sus técnicas y sus armamentos, pero que por lo general en todas las épocas los ejércitos han tratado de dar mucha relevancia al elemento protección, ya fuera en forma de armaduras, escudos, picas más largas (que mejor protección que impedir que el enemigo se acerque), o en el caso de las guerras napoleónicas, mayor cadencia de fuego. Si, se que suena raro lo de la cadencia de fuego, pero es algo que leí en un artículo hace tiempo y me parece una verdad como un templo. En una formación en la que todos sus miembros están con el arma descargada tras haber pegado una salva, es muchísimo más probable que cunda el pánico que en una que dispara por pelotones. En el segundo caso, mientras recargas tu arma (y por lo tanto te sientes desprotegido) tu unidad sigue agrediendo al enemigo. Aparte de las utilidades prácticas que pueda tener un disparo continuo, lo importante es el factor psicológico, que al fin y al cabo es el que hace a una unidad huir, y por lo tanto ser definitivamente derrotada.

Por cierto, ahora que hablo de batallas napoleónicas, tras el comentario que se ha hecho sobre las bajas en esa época, ayer me dio por mirar el ratio de bajas de una batalla como la de Bailén. Pues bien, no llega ni al 10% de los efectivos en cada bando. Es cierto que habría unidades que sufrieran el grueso de las bajas y otras no, pero siempre he opinado que una unidad empieza a ser vulnerable a la desbandada a la que pasa del 25/30% de sus efectivos incapacitados a no ser que se trate de tropas muy bregadas. Un 50% en una unidad por ejemplo ya es un porcentaje de bajas brutal.

En fin, que voy cortando el ladrillo, pero básicamente la idea es esa. Mentalízate en un tipo de combate más de cansancio, de numerosas pequeñas heridas, de aguante y táctica, y no tanto en un combate de carga y gritos. Por cierto, he dado el coñazo con legiones y épocas con la utilización de escudo, pero con otros estilos de combate las cosas van más o menos por ahí. Por ejemplo, si quieres ver una buena recreación de un combate de tercios, el final de Alatriste, que a pesar de su horrible guión y que al director de sonido deberían haberlo crucificado es una de las mejores recreaciones que vas a poder ver en una pantalla.

P.D: Leches... vaya dos tochos que se han posteado mientras escribía mi propio turrón. :D Tienes pa rato ;)

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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Elro » Mié Ene 09, 2008 1:10 pm

Una curiosidad un poco fuera de ilo, el otro día viendo "El patriota" (a vueltas con Mell) caí en la cuenta de que no dan salvas escalonadas sino que van tirándose por filas. Es que la maniobra de escalonarse se adopta posteriormente en plan táctica revolucionaria? o simplemente era una forma mas de agredir a l enemigo en función de las necesidades?. Esto me ha hecho recordar grandes momentos como la defensa de la misión británica en Zulu, el cuadro colonial de las cuatro plumas (la nueva) o el escalonamiento del regimiento español empotrado en el ejercito francés en la calle principal de Sbodonobo.

Por cierto para estadísticas de bajas dantescas mirad las que salieron de los combates de trafalgar, algunos barcos llegaron al 80% de bajas entre la tripulación.

un saludo
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Yeyo
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Yeyo » Mié Ene 09, 2008 1:44 pm

En general, creo que existen dos fenómenos psicológicos, en cierto sentido antagónicos, que pueden hacer que nuestra visión del pasado se desvirtúe. Por un lado está la mitificación, el creer que algunas gentes del pasado eran tan diferentes a nosotros que eran capaces de hacer cosas increíbles. Por otro, está el “presentismo”, que es una especie de versión histórico-personal del etnocentrismo, es decir, el hacer una lectura propia de unos hechos pasados, de forma que éstos se adapten a nuestra propia experiencia personal y a nuestra escala de valores, de forma que acabamos extrapolando todo ello a las sociedades del pasado.

Estas son, en definitiva, dos fuerzas antagónicas: una centrífuga (que aleja a las gentes del pasado de nosotros) y otra centrípeta. Ejemplos de ambos fenómenos los vemos en las películas: nobles feudales “políticamente correctos” (igualitarios, feministas, pacifistas…) y héroes capaces de matar a 200 enemigos con sus manos desnudas y viendo por el cogote.

La “indisciplina” y falta de organización de los galos y germanos es algo que está fuera de duda. Lo que ocurre es que la historiografía moderna la ha llevado a la hipérbole. Yéndonos a lo más práctico, más allá de lo ideológico, sus ejércitos eran reclutados según una base tribal y en las batallas a gran escala sólo se reunían para la ocasión. Eso implica que podían juntarse 20.000 tíos sin que nunca hubieran entrenado y obrado de forma conjunta, por lo que era una tropa extremadamente heterogénea, al contrario que las legiones, que realizaban frecuentes entrenamientos en el campus martius, en los que eventualmente participaban decenas de miles de soldados. Incluso se han documentado campos de entrenamiento para la construcción de campamentos de campaña.

Según Fernando Quesada, tras la llegada a nuestra península de púnicos y romanos hacia el siglo II a.C., el armamento ibérico e transforma, adaptándose de la simple guerrilla y razzias de saqueo, hasta otro tipo de lucha más adecuado para las grandes batallas campales. Obviamente, a partir de entonces las fuentes clásicas describen a los indígenas empleando tácticas, como retiradas fingidas llamadas concursae, utilizando estandartes y cuernos de guerra para agrupar a los efectivos y transmitir órdenes, etc.
Es más, en el congreso de arqueología militar romana de León de hace dos años, el mismo Quesada expuso un estudio en el que afirmaba que, realmente, la forma de lucha de hispanos y romanos republicanos era prácticamente idéntica, lo cual explica la adopción de armamento indígena por parte de los latinos, al recurrir a proveedores locales, requisas, etc (pugio-puñal dobleglobular, gladius hispaniense-adaptación hispana de espada de La Tène, pilum-falarica, etc.)

Lo que ocurre es que, en ambos casos, aunque la filosofía de combate individual y su empleo táctico sea la misma, una cosa es el grado de organización y entrenamiento colectivo. Es decir, que no es lo mismo un equipo de fútbol formado por gente que siempre ha entrenado junta que otro de personas que no se conocen.

Más allá de esto, dentro de la ideología personal, sí que fue importante esa ruptura entre la concepción “heroica” de la guerra y la de la diosa Disciplinae. Un ejemplo emblemático es el del cónsul Tito Manlio Torcuato que en el siglo IV a. C. ordenó dar muerte a su propio hijo porque había abandonado las filas para aceptar el desafío de un galo, combate singular del que salió vencedor. El hecho de que los romanos destacaran este hecho, era una muestra de que se valoraba más el seguir una serie de normas colectivas que la búsqueda de renombre.

Obviamente, en todas las épocas ha habido gente heroica, en el sentido de que se comportaba con valor, y otras cobardes. Pero cuando hablamos de “concepción heroica de la existencia” me refiero a una escala de valores sociales, más allá de su cumplimiento. Después de todo, en todas las épocas norma y uso social no tienen por qué corresponderse rígicdamente.

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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Jhn » Mié Ene 09, 2008 2:08 pm

Ya me queda algo más claro... :D

Perdonad mi ignorancia (y que sea un pesao), pero cuando hablais de íberos, ¿a que os referís? ¿alguien me puede dar una breve información o algún link? Tengo un lio bastante grande con los nombres de esas "tribus"/"culturas"...

Pues a lo tonto a lo tonto... me estoy documentando a saco!

Un saludo :D
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Eduardo Casas » Mié Ene 09, 2008 2:40 pm

A veces, un ejemplo gráfico ayuda a entender detalles que se explican:

http://www.youtube.com/watch?v=0wQ_6cVXTQk

Aquí tenemos un ejemplo *cinematográfico* (con todas las reservas que ello conlleva) de una batalla entre romanos (serie Roma, de la HBO). En torno al minuto 2:25 podemos observar el choque de filas. Nada que ver con Braveheart. Igualmente podemos ver cómo se apoyan las columnas entre sí, y el cambio de guerreros de primera fila transcurrido un tiempo.

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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Alberto Carnicero » Mié Ene 09, 2008 3:20 pm

Sólo como ejemplo de que nadie aceptaría un combate abierto estilo breifjear por que es una mera lotería. Este finde estuve entrenando con dos amigos. Ellos casi noveles en la espada de mano y media. Yo con algunos años.
Sin ser yo un destacado esgrimista, más o menos yo les propinaba el 80% de los tocados en combate singular. En un dos contra mí, yo duraba apenas segundos y eso a base de correr cobardemente por todo el campo rehuyendo el combate.

Evidentemente con mano y media todos carecen de protecciones y lo hace aun mas desfavorable para el que se queda solo. Pero ello demuestra que cargar a lo loco (en campo abierto) es arriesgarlo todo y de poco valdría la valía personal frente a embolsamientos, ataques por la espalda, etc...
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por José-Manuel Benito » Mié Ene 09, 2008 4:29 pm

¡ Jo !, delante de Yeyo, Javier, Alberto, Elro y demás gente versada hasta da vergüenza meter baza, pero por si acaso añadiré que la conocida frase de las espartanas a sus hombres: «vuelve con tu escudo o sobre él» es muy reveladora de lo que se está discutiendo acerca de la disciplina entre la formación.

Como bien sabrán los contertulios el escudo era un símbolo de honor para las falanges griegas, muy por encima de cualquier otro elemento del armamento. No importaba que un hoplita perdiera el yelmo, la espada o la lanza, pues eran armas de carácter personal. Pero el escudo no, el escudo era una protección colectiva. Quiero decir que con él protegías al compañero de tu izquierda y a su vez te protegía el de la derecha; la pérdida del escudo no era importante porque te pusiera en peligro a ti, sino porque exponía a tus compañeros, a la falange y a todo tu ejército. Si alguien perdía el escudo, se rompía la fila, se iniciaría la desbandada y tus compañeros serían masacrados.

Aunque la película Troya sea mala con ganas, tiene algún detalle salvable, como la marcha de las falanges troyanas a los pies de las murallas, que manteniendo la formación van empujando con sus enormes escudos a los dorios. Esa forma de representar la falange en acción me gusta más, por supuesto, que la de 300 de Miller o que la del Alejandro de Stone (las escenas aéreas de Gaugamela prometen mucho, pero luego la acción se evapora entre el polvo y la excesiva separación de los miembros de las falanges). En cualquier caso todas estas películas suelen pifiarla cuando tienen que lucir al prota luchando.

PD.: Para batalla de película, de las buenas buenas (y con gente de verdad, no generada por computadora), aunque un pelín coreográfica, la de Espartaco de Kubrick (como se ve que me encanta este director, ya van dos las pelís suyas que cito). A modo de resumen la táctica de los romanos es la típica formación cerrada, la de los esclavos es romper esa formación con trampas de lo más pintoresco. Hay un momento en que llega el barullo y estropean la batalla, al final es salvable porque una carga bien organizada de la caballería decide la victoria.
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Javier Azuaga » Mié Ene 09, 2008 4:40 pm

Eduardo Casas escribió:A veces, un ejemplo gráfico ayuda a entender detalles que se explican:

http://www.youtube.com/watch?v=0wQ_6cVXTQk

Aquí tenemos un ejemplo *cinematográfico* (con todas las reservas que ello conlleva) de una batalla entre romanos (serie Roma, de la HBO). En torno al minuto 2:25 podemos observar el choque de filas. Nada que ver con Braveheart. Igualmente podemos ver cómo se apoyan las columnas entre sí, y el cambio de guerreros de primera fila transcurrido un tiempo.
Esa batalla a mi me decepcionó un poco. Empieza muy bien, pero de golpe te meten la escena esa de tropecientosmil legionarios en combates 1v1 y se te cae el alma al suelo. Esta serie es brutal en cuanto a detallitos. Cada capítulo tiene un bombardeo de elementos cotidianos que a un guionista no se les habría ocurrido por si solos, pero al final, como casi siempre en el cine, termina cayendo algún estereotipo por ahí que devalua un trabajo bastante bien hecho.

Respecto a lo que se comentaba de Trafalgar... hombre, un navío de línea también es un caso extremo. Es como esos tercios que aguantaban estoicamente hasta el final, o los dichosos 300, o tantas unidades que han caido al pié del cañón, a veces por "heroicidad", a veces por inercia, a veces porque no tenían otra salida.

Respecto a la "barbaridad" de los bárbaros... mmmm... no se, no estoy muy de acuerdo con lo expuesto. Creo que la historia no hace justicia a estos pueblos y a su capacidad militar. Primero de todo está el problema de que se comparan con una de las mayores máquinas militare de la historia. Toda comparación de un cohetáneo con las legiones es injusta. No es muy dificil salir mal parado, pero aun así, nos estamos olvidando que esos bárbaros llevaron de culo a Roma y sus legiones durante tiempo, que las incursiones a la provincia itálica no fueron una, ni dos, y que no solo ganaron por número, sino que incluso englobados en las tropas de Aníbal fueron un hueso para los romanos. Vale, no eran falanges pesadas, ni tenían el grado de perfección táctica de una legión, pero leches... que no eran campesinos con un palo. Eran pueblos guerreros, que siglos antes de Cristo usaban cotas de malla, escudos, y que estaban más que bregados a luchar. No me imagino a un veterano de incursiones en la península itálica protegerse con un escudo y cota de malla para luego ir en plan suicida sin siquiera aprovechar esos elementos defensivos. Creo que el desprecio hacia la muerte o el formato de clanes no es incompatible que la utilización de los propios recursos y el combate agresivo pero relativamente ordenado.

Vamos, que no me cuadra que Iberos, Celtas, Baleares y demás pueblos que quedaron englobados en los ejércitos de Aníbal aprendieran a combatir tácticamente y como un ejército de la noche a la mañana, y que antes de su adhesión a las fuerzas cartaginesas no fueran otra cosa que una horda de salvajes. Vale, se que tampoco se ha dicho que fueran una panda de burros, pero yo creo que son unos cuantos casos de pueblos Iberos y Celtas poniendo en aprietos a pueblos “superiores” como para simplificar su calidad en combate.

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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Elro » Mié Ene 09, 2008 5:15 pm

Como un magnifico ejemplo de que pueblos "bárbaros" también pueden tener una buena organización en batalla con tácticas estudiadas y unidades jerarquizadas y bien ordenadas tenemos a los Zulues, que nos imaginamos como una marabunta de negros corriendo por la llanura africana lanza en ristre, pero que tenían tácticas muy depuradas. Estoy convencido de que hay gente que podrá aportar mas datos que yo y mucho mas precisos pero creo recordar de un libro que lei sobre las guerras anglo-boer algo acerca de una disposición de guerreros en forma de cabeza de toro. En esta disposición atacaba primero la parte central y al retirarse atacaban los flancos situados en los "cuernos". Además las unidades de Zulues debían tener un estricto sistema jerárquico en el que los mas veteranos se colocaban delante en la formación.

Ya se que lo de los barcos de trafalgar es un caso muy extremo ^^U, lo apuntaba solo a modo de escabechina... :roll:

un saludo
El arquero, en ocasiones, traspasa el blanco pero falla el objetivo. <Now>

David Puig
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por David Puig » Mié Ene 09, 2008 6:39 pm

Hum.... bueno, por lo poco que se y mas o menos fiel a la realidad que he leído... todo el mundo a visto la peli de los espartanos no? cuando Leonidas explica al deforme como luchan los espartanos cubriendo al de al lado con el escudo y avanzando a lanzazos, pues seria mas o menos eso en general, compactarse con el de al lado y cubrirse bien.
De hecho preferiría ir primero que no ir segundo... ya que es mas probable que muera después, y la lanzada recaiga sobre el segundo de la fila.
La música es casposa y habría muchísimas diferencias en una batalla real, pero mas o menos creo que seria eso
http://www.youtube.com/watch?v=9Q01E_y-s6w

Como se ve, la lanza es el arma por excelencia de primera línea. Y si no se tiene lanzas ni escudos ni nada de nada?.. bueno, asta pueblerinos harapientos unidos contra algún ejercito invasor se harían lanzas largas de madera y un montón de arcos antes incluso de pensar en comprar armas de acero. Y si hablamos de tribus tontas sorprendidas por un ejercito como dios manda, diría yo que tirarian piedras y alguna jabalina, porque como cargasen morirían sin mas, fuera de frente o por los flancos o por donde sea. Se ataca con el arco, se avanza con la lanza, y se remata con la espada, combates inmersos en el caos de las películas donde el héroe rebana en todas direcciones con una espada en cada mano no creo que fueran frecuentes, y si una unidad caía en eso imagino yo que la caballería entraba a arrasar o otras líneas de lanceros cerraban contra el enemigo y listos.
Los romanos aparte de usar lanzas, usaban espadas muy cortas también en la carga, y la lógica me lleva a pensar que al tener escudos de torre tan defensivos, quizá era preferible usar el gladio para apuñalar al enemigo cuando empujabas escudo contra escudo en depende que situaciones donde la lanza se mostrase ineficiente, también cabe reseñar la posibilidad de llevar el combate a otros terrenos que no fueran el clásico campo abierto, en un bosque sin duda todas las estrategias serian distintas.
Pero bueno, las batallas medievales eran todo un complejo mundo de estrategias, y de usar cada arma en cada situación de formas que ni nos imaginamos.

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José-Manuel Benito
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por José-Manuel Benito » Mié Ene 09, 2008 7:41 pm

Lo cierto es que los griegos nunca destacaron en el uso de las espadas. En eso eran claramente inferiores a los pueblos célticos. La lanza (dory) fue siempre su arma ofensiva por excelencia. En una formación cerrada y bien compuesta de tipo griego la espada sirve más para hacer pupa a tu compañero que al enemigo.

Los romanos heredaron esta formación en falange de los estruscos y éstos, a su vez de los griegos. Los primeros ejércitos latinos no tenían un armamento homogéneo, pero las falanges eran fundamentalmente de escudos redondos (parmæ) y lanzas (hastæ) (aunque llevaban también espadas, virtualmente idénticas a las griegas de doble filo: laconiæ, xyphos y kopis; y tal vez una daga, como se ve en la estatua del guerrero de Capestrano, el parazonium).

Hasta que en el año 390 a. C. los celtas comandados por Brenno les dieron una soberana paliza en el río Allia (cuya ubicación exacta se desconoce), saqueando incluso Roma (que, al parecer, en esa época estaba muy mal fortificada, sólo se salvó el Capitolio). Muchos investigadores han achacado esa victoria a la superioridad de la espada céltica y a su mayor estatura, que en una carga organizada era capaz de sobrepasar la muralla de escudos y lanzas de la falange romana.

Se dice que, desde entonces, los romanos se adaptaron a los nuevos enemigos de la Galia Cisalpina; comenzaron a considerar el valor de las espadas de sus adversarios como armas ofensivas, que hasta entonces tenían prácticamente minusvaloradas (muy influidos por los griegos). Apareciendo, así el conocido sistema basado en un gran escudo oblongo (scutum), lanza pesada y corta (pilum) y espada céltica (gladius), en detrimento de la espada de hoplita y el escudo redondo griego (aspis). Esta reforma ha sido llamada de Camilo (en honor a M. Furio Camilo), aunque seguramente durase varias generaciones.

Los nuevos legionarios se organizaban todavía como una falange, llamada en este caso manipulo, 30 de estas unidades tácticas formarían una Legión. Colocaban a los soldados más jóvenes y efectivos en primera línea, los hastati. Se les entrenó para manejar aquellos enormes escudos (esta vez reforzados contra el acero de superior calidad de los celtas), así, aguantarían una carga y, aprovechando que eran más bajitos, y que los celtas dejaban el cuerpo desprotegido al intentar superar la muralla del manipulo por encima de los escudos, usaban sus pesadas pila para atacar a su vientre. Si los hastati flaqueaban, se retiraban a una segunda fila dejando paso a los principes, soldados curtidos y hábiles capaces de manejar las espadas de nuevo diseño; como reserva estaban los veteranos o triarii, preparados para aguantar recias cargas gracias a sus protecciones mucho más sólidas y pesadas, más defensivos que ofensivos, cerraban filas en torno a los anteriores mientras éstos se recuperaban. No obstante, sólo 4 de cada 10 legionarios de esta época tenían espadas y hasta el 330 a. C. no hubo paz entre galos y romanos. Al menos eso es, aproximadamente, lo que cuenta Tito Livio (del siglo I a.C.) cuando habla de los ejércitos del siglo IV a. C. Otras fuentes son griegas: Polivio o Diodoro.

Estas mejoras no supusieron un camino de rosas para los romanos, pero poco a poco se mostraron efectivas, no sólo contra los habitantes del Po, sino también contra las propias falanges griegas, como quedó demostrado en las batallas de Cinoscéfalos y Pydna (siglo II aC.).

Seguro que en mi explicación hay muchos errores, :icon_rr: pero conste en mi defensa que me he visto obligado a resumir, no se habla de la caballería ni de los aliados, ni de la infantería ligera, tampoco he podido mencionar otras reformas como la de Mario, igualmente he omitido todos los cambios sociales tan importantes para la creación de grandes contingentes armados. Así que tened en cuenta que he hecho una pequeña trampa para hacer que la explicación fuese más amena o por lo menos, más breve. :sunny: ...y además tenía prisa porque tengo que dar la cena a los pitufos :bounce: :bounce:

He corregido el texto para subsanar el error que cometí de la colocación de los diferentes soldados en el manipulo
Todo para disimular que ciertos foreros juegan en otra liga, totalmente estratosférica (si no, léase lo que sigue): :>>:
Última edición por José-Manuel Benito el Mié Ene 09, 2008 9:32 pm, editado 5 veces en total.
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Yeyo
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Re: Batallas: la primera fila

Mensaje por Yeyo » Mié Ene 09, 2008 8:14 pm

Roma es una serie con mucho encanto, aunque falle en algunos aspectos de la recreación de la cultura material (armas, indumentaria…), más que en los hechos históricos o el retrato de la sociedad, que son bastante buenos.

El gran “pero” que veo a esa recreación de batalla es la escasa distancia entre hombres. Para las legiones republicanas del II a.C. Polibio cita una distancia (izquierda y derecha) de “al menos” 3 pies romanos y una separación entre filas de 6, ocupando cada legionario un pie. Es decir, que cada soldado tendría libre 90 cmtrs. a cada lado y existiría 1,8 m entre cada línea. Vegecio, que ya escribe su Epitome en el s. IV d.C. pero se basa en fuentes muy anteriores, asigna a cada milite tres pies de espacio (90 cm), lo que significa que, o bien nos habla de una formación más densa, casi como la falange macedónica del tratado de Eliano, o bien ha leído y malinterpretado a Polibio.

Otra cuestión aparte es la formación de las cohortes en “damero”, sobre lo cual Quesada ha escrito un interesante artículo (trata diversas cuestiones de las que ahora hablamos) que me tomo la libertad de pegar al final del mensaje, pues él mismo lo incluyó en este otro foro:
http://www.celtiberia.net/verrespuesta. ... cadena=FQS

Respecto al “barbarismo” de los "bárbaros", nadie ha dicho nada de eso. Sino más bien que los antiguos indoeuropeos poseían una ideología que los hacía despreciar el miedo, además de que era bastante habitual beber o drogarse antes de la batalla. Además, las descripciones del héroe inmerso en el furor guerrero es un auténtico lugar común en todos los relatos celtas y germánicos, y en general, los pueblos indoeuropeos arcaicos. Ya hablemos de Cúchulainn, Egil Skallagrimson, Beowulf, etc. no se trata de textos grecorromanos que nos hablan del furor heroicus de forma despectiva (que también lo hacen), sino relatos creados por esas mismas sociedades. Esto ha sido estudiado por investigadores centrados en la ideología antigua, como George Dumézil o Mircea Eliade, especialmente dentro de unas cofradías guerreras llamadas männerbünde.

Lo cual no ha de entenderse como una caricatura. César, que combatió a los galos, nos describe pasajes en los que éstos saltaban desde las murallas de un castro sobre toda una formación en testudo para tratar de abrir un hueco en la formación con las manos, para morir poco después. O acudían a defender unas murallas que eran arrasadas por los proyectiles de los scorpios, cayendo uno tras otro. Pero también los describe como “una raza de sumo ingenio y muy apta para imitar y llevar a cabo cuanto ven en los demás” cuando habla de sus trabajos defensivos en el asedio de Avaricum, un tipo de guerra hasta entonces desconocida para ellos.

Tampoco hay que olvidar que por mucho que los celtas inventaran la cota de mallas, sólo un porcentaje ínfimo la utilizaba. De hecho, los hallazgos arqueológicos son escasísimos. Y en Hispania sólo Estrabón cita su uso entre los pueblos septentrionales, ya en el 16 d.C., pero dejando claro que sólo era empleada por las élites.

Y es importante tener en cuenta que el tumultus gallicus y los iniciales problemas que tuvieron los romanos con los celtas sucedieron antes de la profesionalización de su ejército, cuando la efectividad de una legión podía variar enormemente. Los hispanos de Aníbal llevaban años formando parte de su ejército, combatiendo codo con codo, mientras que una legio recién creada, integrada por reclutas, forzosamente poseía una efectividad menor, por muy superior que fuera su orgánica. El problema, claro está, es que ninguna sociedad celta podía permitirse el lujo de mantener de forma permanente a 20.000 soldados profesionales y los púnicos si. Hablo de ejércitos de verdad, no de migraciones de pueblos, claro.

En definitiva, si después de once años metido en la recreación militar romana, resulta difícil conseguir que una docena de tíos obren de forma coordinada en la simulación de una batalla. Imaginar lo que debía de ser organizar a 50.000 que apenas se conocen, desplegados a lo largo de varios kilómetros en un terreno irregular y en medio del caos de un combate real

[b]F. Quesada Sanz[/b] escribió: “Las armas del legionario romano en época de las Guerras Púnicas: influencias hispanas y formas de combate”.
P. Fernández Uriel (ed.) Armas, legiones y limes: el ejército romano. Espacio, Tiempo y Forma (Historia Antigua)

Un nuevo modelo sobre las formas de combate hacia el periodo de las Guerras Púnicas (1): Empleo de los pila, lucha cuerpo a cuerpo y la duración de las batallas.

En fechas recientes se viene produciendo un intenso debate sobre cómo debemos considerar al legionario. Por oposición al hoplita griego, básicamente un lancero que empuñaba su arma y sólo utilizaba su corto xiphos cuando ésta se partía en el combate cuerpo a cuerpo, la communis opinio ha sido hasta fechas recientes considerar con buena base en fuentes clásicas (Polibio 2, 30,8; 2,33; 15,12,8; Vegecio 1,12) que el legionario republicano era primordialmente un espadachín que combinaba un uso activo del escudo para empujar y desequilibrar al enemigo con potentes golpes tajantes y punzantes de su gladius. En esta concepción, los pila pesado y ligero de Polibio serían empleados en salvas sobre todo en la fase inicial del combate, para desorganizar y causar bajas al enemigo en el momento inmediatamente anterior al choque con espada, como Livio describe a menudo (Zhmodikov 2000:68; Livio 9,13, 2-5; 9,35, 4-6; 28, 2,5-6 etc.). De hecho, Polibio sólo menciona el uso del pilum en batalla en una ocasión (1,40,12), en la batalla de Panormus en 250 a.C. Sin embargo, algunas voces disonantes han cristalizado en el importante trabajo reciente de A. Zhmodikov (2000) quien ha recopilado un importante número de fuentes literarias relativas al empleo prolongado de los pila a lo largo de toda la batalla, no sólo en sus comienzos, lo que implica que normalmente no se arrojaban salvas masivas agotando la dotación en el inicio mismo del combate (otras referencias en Sabin 2000:12). Más aún, esto implica que debían darse momentos en que las líneas contendientes se separaban, dando un respiro a los infantes, y que en ese momento volvían a intercambiarse jabalinas quizá a unos veinte metros de diferencia. En consecuencia, el combate se presenta como mucho menos concentrado, brutal y decisivo en unos pocos segundos y minutos, y se convierte en un asunto más prolongado, vacilante e irregular (Sabin, 2000 passim; Zhmodikov 2000 passim), incluso en el combate cuerpo a cuerpo con espadas (Goldsworthy 1996:222).
Esta nueva visión relativa a un empleo prolongado de los pila encaja perfectamente con la larga duración de los combates que normalmente describen las fuentes, en las que una batalla decidida en breves minutos es la excepción más que la regla. Si bien algunos combates se resolvían muy rápidamente, normalmente porque el enemigo se desbandaba antes de llegar al cuerpo a cuerpo (Livio 8, 16, 6; 9,13,2; 9, 35, 7; Goldsworthy 1996:202 n. 96), otras muchas batallas duraban dos, tres e incluso más de cuatro horas (las fuentes son explícitas en este sentido, ver Zhmodikov 2000:70-71 y especialmente el catálogo en nota 34; también Sabin 2000: 4-5; Goldsworthy 1996:225). Como es imposible imaginar dos grupos de soldados luchando cuerpo a cuerpo de manera continuada más allá de unos minutos, por mera cuestión física (militares experimentados como Fuller o Clausewitz estimaban el tiempo máximo de combate cuerpo a cuerpo entre 15 y 20 minutos, quizá incluso menos; Goldsworthy 1996:224 para referencias), hay que buscar alguna explicación para el hecho de que la mayoría de las batallas eran muchísimo más prolongadas, y esto implica la existencia de prolongados hiatos en que las líneas se separarían.

Importantes trabajos recientes de A. Goldsworthy (1996:171-247, especialmente 223-227) y P. Sabin (2000) están ayudando a establecer un modelo de batalla legionaria algo alejado del tradicional, pero que concuerda mucho mejor con, por un lado, el conjunto de las fuentes literarias antiguas (y no sólo algunas descripciones seleccionadas y que destacan precisamente por su excepcionalidad, como las batallas decididas en una sóla carga, Goldsworthy 1996:201 ss.), y por otro con las indicaciones antes reseñadas sobre las posibilidades de empleo de las armas, fundamentalmente el gladius hispaniensis, los pila y la relativa ligereza del armamento corporal. En dicho modelo se ha introducido también el estudio de las bajas documentadas en distintas batallas por las fuentes literarias, relativamente reducidas, en torno al 5-15% en el combate propiamente dicho, y que es incompatible con la visión de una prolongada melée ‘a la Hollywood’ que implicaría necesariamente cifras de pérdidas mucho más escalofriantes que las conocidas (Sabin 2000: 5 ss.; 10).

Philip Sabin (2000:17) es quien mejor ha resumido el consenso emergente entre los especialistas: “comienza a surgir un consenso sobre la naturaleza de los choques de infantería pesada romana […] que estos choques eran mucho más indecisos [tentative] y esporádicos de lo que se había asumido, y que sólo un modelo así puede explicar la combinación aparente de larga duración, desequilibrio de bajas , fluidez de la línea de batalla y énfasis en las reservas más que en la profundidad de la formación”. En esta visión “en la mayoría de las batallas romanas las líneas entraban en contacto esporádicamente, cuando un bando o el otro saltaba para un violento pero breve y localizado combate cuerpo a cuerpo. El estallido cesaría cuando un lado llevara la peor parte, y sus tropas retrocederían para restaurar la ‘distancia de seguridad’ mientras blandían las armas para disuadir una persecución inmediata del enemigo. Este tipo de equilibrio dinámico puntuado por episodios de lucha cuerpo a cuerpo podía continuar durante algún tiempo hasta que un bando finalmente perdía su capacidad de resistir... El mecanismo más común para esta transformación sería el pánico de las tropas debido a una brecha en su línea, un choque psicológico como la muerte del general o la pura acumulación de bajas y fatiga” (Sabin 2000:14-15).

Un nuevo modelo sobre las formas de combate hacia el periodo de las Guerras Púnicas (2): La legión manipular y el relevo de las líneas.

En relación con estas cuestiones, el excelente y muy reciente libro de J. Lendon (2005) vuelve a plantear el irresuelto problema del manejo de la legión manipular en el campo de batalla, que ha ocupado a decenas de investigadores desde el s. XIX (en último lugar, Lendon 2005:180 ss.). De la descripción de Tito Livio (8,8,9-14), quien proporciona la más detallada descripción de la forma de combate manipular, se deduce necesariamente –y así lo han entendido la práctica totalidad de los estudiosos- que las sucesivas líneas de batalla de hastati, principes y triarii se formaban por manípulos –no sabemos si con las dos centurias alineadas o una detrás de la otra-, dejando entre ellos huecos, quizá del mismo frente que un manípulo, quizá algo menores, para poder realizar las maniobras que describe de reemplazo de las tropas cansadas por otras frescas. Conviene aquí reproducir completo el texto básico: “los hastati comenzaban el combate los primeros. Si éstos no eran capaces de desorganizar al enemigo, retrocedían paso a paso y los recibían los príncipes en los espacios libres de sus filas. Entonces la lucha correspondía a los príncipes; los hastatí iban detrás; los triarios mantenían su posición bajo las enseñas, la pierna izquierda extendida, sosteniendo el escudo sobre el hombro, las lanzas con la punta hacia arriba apoyadas en tierra, ofreciendo el aspecto de un ejército erizado de puntas rodeado de una empalizada. Si tampoco los príncipes obtenían en su lucha unos resultados suficientemente satisfactorios, iban retrocediendo poco a poco desde la primera fila hasta los triarios; de ahí que se haya hecho proverbial la expresión: «la cosa llegó hasta los triarios», cuando se está en dificultades. Los triarios se incorporaban y, después de recibir a príncipes y hastati por los espacios libres de sus filas, inmediatamente, cerradas éstas, cortaban, por así decir, los pasos y en una sola formación compacta, sin dejar ya tras de sí ninguna esperanza caían sobre el contrario; esto era de lo más temible para el enemigo, porque, al perseguir a quienes parecían vencidos, veía de repente surgir una nueva línea, con mayores efectivos” Livio 8, 8, 9-13) (trad. J.A. Villar , BCG).

Esta descripción implica una formación inicial en damero o tresbolillo (Wheeler 1979:305-306) a la que los autores modernos –no las fuentes antiguas- han denominado quincunx, y que parece la única solución lógica para explicar la táctica descrita por Livio. En efecto, para poder retroceder y dejar hueco a los principes, los hastati deberían, o bien haber formado desde el principio con huecos para no chocar contra los manípulos de principes al retroceder, o bien deberían crear esos huecos en el momento de retirarse, en el peor momento posible justo cuando estaban agotados por el combate y seriamente presionados por el enemigo que les estaba derrotando. Como ya explicó hace muchas décadas Hans Delbrück (1920:293), por mucho que Livio describa este sistema, es un imposible táctico que sólo podría entenderse como una maniobra de parada y no una práctica de batalla, aunque no ha faltado quien haya aceptado directamente que los romanos combatían con grandes huecos en su línea (Wheeler 1979:306, n. 14).

Es a nuestro juicio imposible defender que los manípulos de la primera línea de batalla combatieran dejando entre sí huecos del tamaño de otro manípulo, o incluso menores como quería Hans Delbrück, vacíos que no podrían ser protegidos por los manípulos, colocados al tresbolillo, de los principes de la segunda línea. Tales huecos en el frente serían fácilmente aprovechados por cualquier enemigo, -y cuanto más irregular mejor, como los galos- para inflitrarse, tomar por los flancos los manípulos de hastati, y aniquilarlos antes de que los principes pudieran intervenir. De ahí que se hayan propuesto varias soluciones para que, a partir de la descripción de Livio, la legión pudiera presentar en el momento del combate una línea continua con -como mucho- pequeños intervalos entre manípulos. La más viable de estas soluciones es, en apariencia, que en el despliegue inicial las centurias de cada manípulo hubieran formado una detrás de la otra y que, justo en el momento anterior al choque, las centurias posteriores avanzaran desplazándose en oblicuo para cerrar la línea de batalla, presentando así un frente continuo pero articulado.

El problema es que esta solución presenta nuevos e irresolubles problemas. De acuerdo con las fuentes, la razón básica del sistema manipular y de las líneas dispuestas al tresbolillo sería posibilitar que, agotados los hastati, los principes avanzaran por los huecos de la línea para relevarles -o que los primeros retrocedieran por los huecos entre los manípulos de los segundos-; y en caso necesario que también los triarios pudieran tomar el relevo de las dos primeras líneas. Ahora bien, para efectuar tal relevo en el sistema de manípulos, la primera línea debería despegarse del enemigo y hacer retroceder las centurias posteriores de cada manípulo para ocupar su lugar original detrás de cada centuria prior. Así, se abrirían de nuevo los huecos para que la segunda línea avanzara por manípulos formados con una centuria una detrás de la otra, relevara a los agotados hastati, desplegara sus centurias posteriores para volver a cerrar la línea y continuara la batalla. Esto implica que, mientras daban la cara al enemigo, dos líneas ejecutarían un complejísimo ballet, con los hastati contrayendo sus manípulos y retrocediendo al tiempo que los principes avanzaban por los huecos recién abiertos y desplegaban los suyos en líneas y filas nitidas, formando rectángulos regulares. Tal cosa puede quedar bien en la teoría del papel, pero es absolutamente impracticable en el campo de batalla, cuando los enemigos están supuestamente a menos de veinte metros –o directamente combatiendo cuerpo a cuerpo, si verdaderamente la primera línea romana está agotada. Tales enemigos sin duda aprovecharían el momento para desorganizar completamente el delicado relevo realizado en mitad del combate. El sistema manipular no podía funcionar así, y probablemente de ninguna de las diferentes formas que se han propuesto. De hecho, y como ya apuntara Wheeler, la línea frontal de batalla debería ser esencialmente contínua –con pequeños intervalos entre las unidades-, es decir, una falange (Wheeler 1979:306).

Pero por otro lado, numerosas fuentes (y no sólo el problemático texto de Livio que hemos reproducido) atestiguan que la ventaja del sistema manipular –y luego, en época post-mariana, del sistema de cohortes en damero- era la posibilidad de relevar las tropas agotadas de la primera línea, presentando al enemigo una nueva línea completamente fresca: así ocurrió en Zama (Polibio 15,14; Livio 30, 34, 9-12 ), y más adelante en Ilerda o Farsalia (Cesar, Bell. Civ. 1.45; 3.94). Esa es una de las constantes de las desfripciones de batalla del ejéricto romano, luego el relevo se producía. ¿pero cómo?, ¿cómo conciliar el relevo de tropas, bien documentado por las fuentes, con la necesidad de evitar huecos entre los manípulos y evitar un relevo en mitad de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el enemigo?. La respuesta está en parte en (a) el estudio de las batallas narradas con mayor detalle en las fuentes; en parte en (b) las consideraciones hechas en apartados anteriores sobre el espacio necesario para empleo de las armas legionarias republicanas; y en (c) el modelo de un combate mucho más prolongado y dubitativo.

Por lo que se refiere a (a), en la descripción de Livio sobre Zama (30, 34, 9-12) queda claro que la reorganización de la línea se produjo durante un largo intervalo en el combate, con los contendientes separados por un campo lleno de muertos y heridos. La imagen que se presenta es la de breves periodos de combate furioso cuerpo a cuerpo separados por periodos de respiro relativamente prolongados, y no la de una frenética carga decisiva (que a veces, pero sólo a veces se producía) o una melée (othismos) prolongada.

Si además tenemos en cuenta para (b) los modelos recientes de Sabin, Goldsworthy, Zhmodikov y Lendon basados en el análisis de fuentes, y (c) en nuestras propuestas sobre el empleo de armas en un espacio despejado, podemos hallar una solución. Por un lado, la idea de que las batallas eran normalmente mucho más vacilantes y prolongadas de lo que suele creerse implica que durante periodos relativamente prolongados las líneas opuestas no estaban en contacto inmedianto, ni siquiera muy cercano, sino justo en el alcance de las jabalinas, en espera de que un bando vacilara y comenzara a ceder, vencido moralmente, o con grupos de uno u otro lado realizando movimientos más agresivos mientras el resto de los soldados se dedicaba a su principal función, preservar la propia vida (vid. supra al comienzo del artículo). En ese caso, un relevo de líneas entraría dentro de lo posible, aunque si se realizara moviendo unidades como si fuean fichas en un tablero la confusión estaría garanitizada en un campo de batalla con hombres agotados, heridos y muertos en el suelo y con un enemigo que no dudaria en aprovechar la ocasión. Es necesario buscar pues un modelo alternativo que no requiera maniobrar como si las fuerzas estuvieran en el campo de instrucción de un cuartel del s. XVIII.

Conviene entonces volver aquí a la idea antes analizada de que tanto el manejo del pilum como de la espada de 60 cm. de hoja exigen una cierta holgura en las líneas, una separación que permita la esgrima individual, o arrojar la jabalina sin ensartar al compañero de detrás o de delante. Polibio (18,28-30; ver Sekunda 1996.19; Goldsworthy 1196:179) asigna para cada legionario un espacio de ‘por lo menos’ tres pies, casi un metro, a lo que hay que sumar el espacio ocupado por el propio legionario, otros tres pies, seis en total (Goldsworth 1996:179; Sekunda 1996.19): “También los romanos ocupan con sus armas un espacio de tres pies cuadrados. Pero, puesto que en su modo de luchar cada uno se mueve separadamente, porque el escudo protege el cuerpo girándose siempre a prevenir la posible herida, y el legionario romano en el combate lucha con la espada que hiere de punta y de filo, es notorio que se precisará un orden más suelto y un espacio de por lo menos tres pies entre hombre y hombre en la misma fila colateral y longitudinal, si han de cumplir a satisfacción su cometido. La conclusión será que cada legionario romano se opondrá a dos soldados de la primera fila de la falange...” (trad. M. Balasch). Así, en una falange helenística los hombres están juntos, ocupando cada uno tres pies de frente (un metro); en la legión, la separación es el doble como mínimo (el espacio ocupado por cada legionario más tres pies como mínimo entre hombre y hombre). El manual de Eliano asigna a la falange un frente normal para una falange en combate al ataque (11.2, 11.4; Devine 1989:48) de dos codos (unos 3 pies, 1m.), y la mitad en posición defensiva (synaspismos) (Eliano, 11.4). Vegecio, por el contrario, escribiendo muchos siglos después pero probablemente bebiendo de una fuente muy antigua en este caso, ya que cita hastati, principes y triarii (3,14,15) da tres pies de frente para cada legionario y 7 pies, unos dos metros, de fondo –para manejar el pilum-; cabe con todo que Vegecio haya leido mal su fuente y que los tres pies por legionario sean el intervalo entre cada uno, como dice Polibio, lo que subiría a 6 pies (1.8 m.) el frente ocupado por cada hombre en combate. En cualquier caso, el frente asignado a cada legionario es amplio en cualquiera de los dos casos –Polibio y Vegecio- en comparación por ejemplo con los frentes asignados a los soldados armados con mosquete de época napoleónica, unos 55-70 cm. de frente por hombre (22 pulgadas en el ejército inglés, 26 en el francés; 27 en el ruso) y un intervalo de entre 30 y 60 cm. entre líneas (Nafzinger1996:22).

De este modo creemos razonable proponer, desarrollando y modificando la idea expuesta por Lendon todavía timidamente (Lendon 2005:179, Figura), que los manípulos en combate no formarían en nítidos rectángulos (como por ejemplo los presentados en Warry 2004:112; Connolly 1988:128 y 141) al modo de los syntagmata de la falange helenística, cuya eficacia residía primordialmente en la cohesión de su formación para presentar un erizo de puntas de sarissa (Connolly 1988:76-78). Más bien pensamos, por usar la gráfica terminología de Lendon, que se agruparían en ‘blobs’, nubes relativamente densas de legionarios agrupados de manera laxa en torno a su estandarte, que se extenderían y contraerían ligeraente, como una ameba, pero sin olvidar su pertenencia a cada unidad. En ese caso, aunque en el momento del despliegue inicial cada manípulo dejara un intervalo con los de sus flancos,s en el de trabar combate la línea se habría convertido en un conjunto casi contínuo con capacidad de abrir y cerrar huecos con bastante más facilidad que si se procurara mantener una formación rigurosa en filas y líneas, y capaz de replegarse con facilidad y rapidez entre los huecos de la segunda línea –que hasta entonces habría permanecido en reserva con una formación más rigurosa- y que entonces podría ‘disolverse’ en dichas ‘amebas’ para ocupar el lugar de las primeras.

Las distancias implicadas son pequeñas y no supondrían en este modelo ningún problema, ya que al no haber necesidad de mantener una alineación extremadamente rigurosa, los movimientos serían mensurables en segundos. No sabemos la profundidad con que formaban las centurias en el s. III a.C., probablemente variaba según la ocasión a juzgar por lo que nos dice Polibio de Cannas (3, 113). Lo normal parece haber sido una profundidad de 3, 4 o 6 líneas (Godlswothy 1996:179 ss.). En el último caso, si los manípulos formaban con un frente de sus dos centurias, ocuparían un frente en orden de marcha, a tres pies por hombre, de menos de 20 m., dejando un hueco de 20 m. con el manípulo de al lado; al pasar a orden de batalla, a unos 6 pies por hombre, los legionarios de los extremos tandrían que desplazarse lateralmente apenas 10 metros por cada lado para enlazar con los manípulos de los flancos. Si formaba con una centuria tras la otra, el frente del manípulo –todavía asumiendo una profundidad de 6 hombres en cada centuria- sería de sólo unos diez metros, con huecos correspondientes entre manípulos. Si como opina Goldsworthy (1996:179 ss.) la profundidad normal era sólo de tres líneas en lugar de seis, los huecos máximos entre manípulos serían de 20 o 40 m. según la disposición inicial de las centurias; en cualquier caso, distancias pequeñas para contraer o expandir una formación en la que la rígidez de líneas y filas no sería esencial.
En esta concepción, la posición de los estandartes de cada unidad táctica juega un papel decisivo como ‘centro’ de cada una de estas densas nubes de legionarios, y se explica bien la enorme importancia que se les concedía en la legíon romana. Igualmente, la labor de los centuriones, verdaderos oficiales subalternos ‘de compañía’ más que suboficiales, resulta esencial para mantener la cohesión en un aparente desorden. Cuando Delbrück (1920:293) negaba la posibilidad de que los manípulos de hastati se ‘estiraran’ para cerrar los huecos antes de chocar lo hacía argumentando que los soldados no podían preocuparse de adoptar un nuevo intervalo de líneas y filas justo antes del choque; pero eso es porque Delbrück seguía pensando en términos de rígidos rectángulos alineados por filas y líneas al modo de los batallones del s. XVIII, y no en una ‘nube’ mucho más elástica.

Creemos que este modelo es el más prometedor porque tiene en cuenta las peculiaridades del armamento legionario, es flexible y explica mejor que ningún otro cómo pudo funcionar la legión manipular, siempre y cuando se acepte además que el combate no se decidía normalmente en una o una serie de cargas decisivas, sino un asunto mucho más prolongado y vacilante, irregular e incluso indeciso, de lo que normalmente se asume. Y esto nos lleva a una última cuestión, la de la adopción de algunas armas de los pueblos peninsulares por Roma, derivada de la utilización de formaas de combate individual mucho más parecidas de lo que suele creerse.

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