Me parece que el que ha visto muchas películas es el señor Clements. Además de caer en los mismos errores que aquí hemos repetido hasta la saciedad: analizar la funcionalidad de un arma sin tener en cuenta el contexto social de la época o sin ver la evolución tecnológica de ese útil.Luis Miguel Palacio escribió:La postura de John Clements se puede ver claramente en la siguiente discusión:
http://www.thearma.org//forum/showflat. ... art=1&vc=1
Este verano estuve en la reunión anual de la Asociación Española de Paleopatología. Dejando de lado otras consideraciones, para mí fue una oportunidad para hablar con algunos de los máximos expertos en traumatología forense del país, lo cual evidentemente utilicé para preguntarles acerca de todas esas cosas que tanto me gustan: las espadas y sus heridas. Y bueno, el problema de la metodología científica es que implica que para realizar una afirmación debes tener pruebas suficientes para poder hacerlo más allá de cualquier duda. Y los restos óseos con heridas de corte suelen aparecer descontextualizados, es decir, que resulta imposible saber a ciencia cierta cómo mataron a esa persona, en qué circunstancias y con qué arma. Es decir, que llegar a conclusiones esgrimísticas o armamentísticas sobre este tipo de evidencias, sin otros datos adicionales, resulta muy complicado, por no decir imposible.
Este verano también quedamos con un amigo antropólogo de Miguel/Thorhal que se encontraba trabajando en una necrópolis andaluza, donde había aparecido un musulmán con ocho heridas de corte, en las proximidades de un emplazamiento en el que había habido una batalla. En principio, la cosa pintaba muy bonita, de cara a poder analizar cómo pudo haber muerto... pero la vida real no es como CSI y la cosa es complicada, especialmente cuando ni tan siquiera sabes a ciencia cierta quien era ese tipo, si realmente combatió en esa batalla, que armas o armaduras podía haber utilizado o si fue contemporáneo a ella, pues realmente el cementerio tuvo una fase de uso de casi dos siglos. Si Miguel quiere hablar más del tema...
Yo no sé que espera sacar en claro el señor Clements con su “collection of over 100 pages of documented evidence of injuries in historical sword combats”. O si ahora resulta se cree que es paleopatólogo, pero lo tiene crudo; películas tipo CSI aparte.
Respecto a la efectividad de las espadas roperas en el corte... creo que hay que tener en cuenta dos cosas. La primera es que, como su nombre indica, su uso es civil, por lo que es un arma que en principio no está pensada para ser utilizada en un contexto en el que pudiera haber algún tipo de armadura. Y creo, sin haberme dedicado 26 años a cortar sandías, que para atravesar el paño de un jubón y una camisa de lino son armas más que suficientes. Lo he dicho y lo repito: para matar a alguien de un corte no es necesario amputarle un miembro o decapitarle. No es necesario que el señor Clements siga llevando la espada de mano y media a las barbacoas.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta los avances tecnológicos de tipo metalúrgico. Una espada de La Téne celta de la Segunda Edad del Hierro o una espada escandinava de la Era Vikinga eran armas muy robustas, empleadas fundamentalmente de corte. Pero muchas de ellas se doblaban. Y había que enderezarlas con el pie en mitad de una batalla. Eso nos lo dicen, respectivamente, Polibio en sus Historias y la Sturlunga saga, y nos lo confirma la arqueología. Evidentemente, también había ejemplares excelentes, pero el hecho de emplear réplica modernas, ya sea una ropera del XVII o una spatha del III, todas ellas con el mismo excelente acero, tal vez empañe nuestra percepción acerca de la utilidad real de un arma histórica. De hecho, los gladius Mainz romanos eran anchos porque, sencillamente, así no se rompían o se doblaban. Y si la forma de las armas se fue estilizando es porque la calidad del metal cada vez ofrecía más garantías.
Yo apostaría más por la solidez de una espada ropera que por la de ciertas espadas “de corte” de otras épocas. De esas que tanto ha manejado el señor Clements.
Un saludo,