Y esto es así porque la arqueología es una ciencia que se basa en una metodología deductiva, mientras que la física puede ser además inductiva. Es decir, que la física permite establecer principios universales que, aplicando una lógica matemática, nos pueden servir de base para alcanzar otras conclusiones. Sin embargo, esto último no será más que una hipótesis, hasta que pueda demostrarse mediante la observación, más allá de toda duda. En otras palabras, que aunque la existencia de Plutón pudo deducirse por la alteración en la órbita de otros planetas, no se pudo hablar de su existencia real hasta que ésta fue confirmada por medio de telescopios.José-Manuel Benito escribió:Pero, como dice Yeyo, tampoco podemos elucubrar sin bases. Es un difícil equilibrio entre lo datos negativos (es decir, algo que no ha sido descubierto) y la información auxiliar. Los físicos a menudo deducen la existencia de partículas o planetas sin haberlos visto. Pero en Arqueología es más complicado.
Ahora bien, cuando se habla de tecnología antigua también existen esos principios universales… lo que ocurre es que en este caso se está vulnerando esos principios. Es decir, que si sabemos que en Eurasia durante casi 5000 años se emplearon un reducido número de tipos de armadura y nos encontramos ante una referencia a una armadura formada por anillas, lo lógico sería pensar que ésta era similar a aquellas que conocemos físicamente y no inventarse un nuevo tipo de urdimbre en base a elucubraciones filológicas, que a saber si podría tener algún tipo de utilidad real.
Evidentemente, cada fuente de información posee sus limitaciones, pero lo cierto es que, para ciertas cuestiones hay algunas que son mucho más útiles que otras. Y, al hablar de tecnología antigua, la lingüística es algo perfectamente inútil, por infinidad de causas que ya he apuntado.
Yo no creo que ningún filólogo crea honestamente que su disciplina pueda ser útil para deducir cómo era una urdimbre de una loriga en un momento histórico concreto. Y esto es así porque una etimología permite deducir el origen de un término, pero no sus posteriores acepciones, y existen infinidad de ejemplos de nuestro habla cotidiana que lo demuestran (como ya he comentado, carro para automóvil, caña de pescar, plumilla de dibujo…). Que la raíz indoeuropea de “ganado” (*peku) sea la misma que la de “riqueza”, o que no exista un término común en estas lenguas para definir el mar, nos permite deducir que, inicialmente, los indoeuropeos eran un pueblo ganadero que habitaba un territorio de interior, pero no que jamás hubiera habido pueblos indoeuropeos con una economía agrícola que habitaron una región costera.