El diablo cojuelo (circa 1641)
Publicado: Lun Mar 08, 2010 7:09 pm
Albricias a todos,
Recientemente me he topado con una descripción de un combate de esgrima en una obra del Siglo de Oro. La obra se llama "El diablo cojuelo", escrita por un tal Luis Vélez de Guevara en torno al año 1640. He pensado que quizá merezca la pena publicar el fragmento en el foro, ya que menciona algunos términos de verdadera destreza y con mucho humor (no os perdáis la frase "a costa de algunas bragas que hicieron por detrás cíclopes a sus dueños"). La escena se desarrolla en Córdoba y el texto original (perteneciente al "Tranco VI" de la obra) es el que sigue:
"...y llegando a la Corredera, que es la plaza donde siempre se hacen estas festividades, se pusieron a ver un juego de esgrima que estaba en medio del concurso de la gente, que en estas ocasiones suele siempre en aquella provincia preceder a las fiestas, a cuya esfera no había llegado la línea recta, ni el ángulo obtuso ni oblicuo; que todavía se platicaba el uñas arriba y el uñas abajo de la destreza primitiva que nuestros primeros padres usaron; y acordándose don Cleofás de lo que dice el ingeniosísimo Quevedo en su Buscón, pensó perecer de risa, bien que se debe al insigne don Luis Pacheco de Narváez haber sacado de la oscura tiniebla de la vulgaridad a luz la verdad de este arte, y del caos de tantas opiniones las demostraciones matemáticas de esta verdad.
Había dejado en esta ocasión la espada negra un mozo de Montilla, bravo aporreador, quedando en el puesto otro de los Pedroches, no menos bizarro campeón, y arrojándose, entre otros que la fueron a tomar muy aprisa, don Cleofás la levantó primero que todos, admirando la resolución del forastero, que en el ademán les pareció castellano, y dando a su camarada la capa y la espada como es costumbre, puso bizarramente las plantas en la palestra. En esto, el Maestro, con el montante, barriendo los pies a los mirones, abrió la rueda, dando aplauso a la pendencia vellorí, pues se hacía con espadas mulatas; y partiendo el andaluz y el estudiante castellano uno para otro airosamente, corrieron una ida y venida sin tocarse al pelo de la ropa, y a la segunda, don Cleofás, que tenía algunas revelaciones de Carranza, por el cuarto círculo le dio al andaluz con la zapatilla un golpe de pechos, y él, metiendo el brazal, un tajo a don Cleofás en la cabeza, sobre la guarnición de la espada; y convirtiendo don Cleofás el reparo en revés, con un movimiento accidental, dio tan grande tamborilada al contrario, que sonó como si la hubiera dado en la tumba de los Castillas. Alborotáronse algunos amigos y conocidos que había en el corro, y sobre el montante del señor Maestro le entraron tirando algunas estocadillas veniales al tal don Cleofás, que con la zapatilla, como con agua bendita, se las quitó, y apelando a su espada y capa, y el Cojuelo a sus muletas, hicieron tanta riza en el montón agavillado, que fue menester echarles un toro para ponerlos en paz: tan valiente montante de Sierra Morena, que a dos o tres mandobles puso la plaza más despejada que pudieran la guarda tudesca y española, a costa de algunas bragas que hicieron por detrás cíclopes a sus dueños, encaramándose a un tablado don Cleofás y su camarada, muy falsos, a ver la fiesta, haciéndose aire con los sombreros, como si tal no hubiera pasado por ellos; y acechándolos unos alguaciles, porque en estas ocasiones siempre quiebra la soga por lo más forastero, habiendo desjarretado el toro, llegaron desde la plaza a caballo, diciéndoles:
-Señor Licenciado y señor Cojo, bajen acá, que los llama el señor Corregidor."
Recientemente me he topado con una descripción de un combate de esgrima en una obra del Siglo de Oro. La obra se llama "El diablo cojuelo", escrita por un tal Luis Vélez de Guevara en torno al año 1640. He pensado que quizá merezca la pena publicar el fragmento en el foro, ya que menciona algunos términos de verdadera destreza y con mucho humor (no os perdáis la frase "a costa de algunas bragas que hicieron por detrás cíclopes a sus dueños"). La escena se desarrolla en Córdoba y el texto original (perteneciente al "Tranco VI" de la obra) es el que sigue:
"...y llegando a la Corredera, que es la plaza donde siempre se hacen estas festividades, se pusieron a ver un juego de esgrima que estaba en medio del concurso de la gente, que en estas ocasiones suele siempre en aquella provincia preceder a las fiestas, a cuya esfera no había llegado la línea recta, ni el ángulo obtuso ni oblicuo; que todavía se platicaba el uñas arriba y el uñas abajo de la destreza primitiva que nuestros primeros padres usaron; y acordándose don Cleofás de lo que dice el ingeniosísimo Quevedo en su Buscón, pensó perecer de risa, bien que se debe al insigne don Luis Pacheco de Narváez haber sacado de la oscura tiniebla de la vulgaridad a luz la verdad de este arte, y del caos de tantas opiniones las demostraciones matemáticas de esta verdad.
Había dejado en esta ocasión la espada negra un mozo de Montilla, bravo aporreador, quedando en el puesto otro de los Pedroches, no menos bizarro campeón, y arrojándose, entre otros que la fueron a tomar muy aprisa, don Cleofás la levantó primero que todos, admirando la resolución del forastero, que en el ademán les pareció castellano, y dando a su camarada la capa y la espada como es costumbre, puso bizarramente las plantas en la palestra. En esto, el Maestro, con el montante, barriendo los pies a los mirones, abrió la rueda, dando aplauso a la pendencia vellorí, pues se hacía con espadas mulatas; y partiendo el andaluz y el estudiante castellano uno para otro airosamente, corrieron una ida y venida sin tocarse al pelo de la ropa, y a la segunda, don Cleofás, que tenía algunas revelaciones de Carranza, por el cuarto círculo le dio al andaluz con la zapatilla un golpe de pechos, y él, metiendo el brazal, un tajo a don Cleofás en la cabeza, sobre la guarnición de la espada; y convirtiendo don Cleofás el reparo en revés, con un movimiento accidental, dio tan grande tamborilada al contrario, que sonó como si la hubiera dado en la tumba de los Castillas. Alborotáronse algunos amigos y conocidos que había en el corro, y sobre el montante del señor Maestro le entraron tirando algunas estocadillas veniales al tal don Cleofás, que con la zapatilla, como con agua bendita, se las quitó, y apelando a su espada y capa, y el Cojuelo a sus muletas, hicieron tanta riza en el montón agavillado, que fue menester echarles un toro para ponerlos en paz: tan valiente montante de Sierra Morena, que a dos o tres mandobles puso la plaza más despejada que pudieran la guarda tudesca y española, a costa de algunas bragas que hicieron por detrás cíclopes a sus dueños, encaramándose a un tablado don Cleofás y su camarada, muy falsos, a ver la fiesta, haciéndose aire con los sombreros, como si tal no hubiera pasado por ellos; y acechándolos unos alguaciles, porque en estas ocasiones siempre quiebra la soga por lo más forastero, habiendo desjarretado el toro, llegaron desde la plaza a caballo, diciéndoles:
-Señor Licenciado y señor Cojo, bajen acá, que los llama el señor Corregidor."