Reglas de urbanidad y cortesía en el asalto
Publicado: Vie May 29, 2009 11:47 am
Como todo está ya inventado en esto de la esgrima, considero que estas reflexiones de Gregorio María Dueñas tienen mucho que decir a dia de hoy en nuestra práctica:
Reglas de urbanidad y cortesía.
Antes de entrar en una sala de esgrima prepararse a prescindir del amor propio exagerado.
No ejercer acto alguno que no sea compatible con las buenas formas y la educación.
Pedir permiso al P.[rofesor] para tomar un arma, y antes de colocarla en el armero dar cuenta al mismo del estado en que la deja.
No tocar con ella en pared o suelo, ni teñir el botón con sustancias que puedan marcar la estocada a su adversario, pues esto además de ser de muy mal efecto puede traer graves consecuencias.
No permitirse confianzas o bromas que hieran el amor propio individual, más susceptible aún en este
género de ejercicios que en ninguno de otra índole, a fin de evitar consecuencias lamentables que la susceptibilidad puede acarrear.
Marcar todas las estocadas que se reciban, llevándose la mano izquierda al pecho con sinceridad, no con vergüenza. Conceder, no tan sólo aquellas que realmente hayan llegado, si que también las que en conciencia no se hubieran parado, y si lo fueron se debió á la casualidad. Igualmente deben señalarse aquellas que una parte del público pueda haber creido que lo fueron; porque el inteligente que observa, marcando y sin marcar, ya sabe si ha sido estocada ó no, y con este modo de proceder se consigue granjearse las simpatías del uno y del otro, que es lo que debe procurarse en todo asalto; porque al ser observado un contendiente con gusto de la concurrencia, su trabajo luce mas y la persuasión de esta circunstancia le hace ver más claro y batallar con mayor esmero y acierto.
Todo lo contrario sucede al que niega estocadas o comete otros actos desagradables, porque como su falta de cordura atrae sobre sí la indiferencia del público, su razón se ofusca cada vez más y sus desaciertos le conducen a una derrota completa.
Si se tira con quien tiene la costumbre de no marcar las estocadas que se reciben, ya que esto es muy reprensible, más lo sería el reclamarlas, diciendo: he tocado: así pues, no se deben pedir, y aunque el contrario no las dé, o las niegue, siempre deben indicarse las recibidas por uno, sin atacar á la vez que se están señalando, sino después de bien marcadas, y no decimos después de señaladas y saludadas, porque el saludo entretiene demasiado.
Aunque la estocada no se haya recibido en el pecho se señalará siempre llevando la mano izquierda a la tetilla derecha, como si en ella hubiera tocado, pues que, si por ejemplo, aquella alcanzó al muslo y se lleva allí la mano izquierda, parecería acusar un defecto del contrario. Esto en cambio es muy conveniente hacerlo así, cuando se tira con personas de intimidad, para que estudien la manera de reparar sus errores.
Nunca debe el fuerte abusar del débil, y sí procurar salir á tantas estocadas; pues es probado, que siempre las simpatías del público en todos los actos de la vida se inclinan en favor del menos potente, máxime si este es atento a la vez que modesto.
Debe procurarse al empezar un asalto recibir la primera estocada, que se llama de etiqueta; también se dá el mismo nombre á aquellas que para concluir, es costumbre decir: las tres últimas: délas cuales también debe formarse empeño en recibir la última.
Si por casualidad se le cae el florete al adversario, debe recogerse y entregársele por el puño, con una especie de saludo.
Téngase mucho cuidado, cuando uno no es conocido, en la elección de contendiente, procurando elegirle siempre de los más diestros y entendidos, porque de los ignorantes presumidos, no se saca gloria de vencerlos, y si ellos por efecto de educación o condescendencia salen airosos, afrentan á la destreza y al tirador, atribuyendo a ignorancia lo que sólo fué galantería.
Terminado todo asalto, después de quitarse los guantes, deben los contendientes por cortesía y como señal de ningún resentimiento estrecharse cordialmente las manos.
Gregorio María Dueñas, Ensayo de un tratado de esgrima de florete, Toledo 1881, pags 132-134
Curiosamente, encuentro muy pocas cosas que se hayan quedado obsoletas, a lo mejor porque soy un poco rancio.
La principal discrepancia que podría ver en el entorno que describe el señor Dueñas es el concepto de asalto: entiendo que se refiere a una especie de punto intermedio entre nuestro asalto libre y el torneo, en el que una pareja de tiradores se "expone" ante el público, pero sin establecer un ganador de acuerdo a unas normas... lo cual no excluye que en el público quede una impronta clara de quién ha sido superior. Una práctica interesante que a lo mejor convendría adoptar en la práctica de la esgrima tradicional en el siglo XXI. ¿Cómo lo veis?
En cuanto al detalle de cómo marcar los golpes, ahí si que habría que tener claro que Dueñas está hablando del florete, arma con la cual, efectivamente, golpear fuera del pecho se puede considerar un error. Dado que con la mano y media, ropera, etc., consideramos como golpes efectivos los dados en una variedad de blancos mucho mayor (así como otras consideraciones), no sería insinuar demérito del contrario marcar el golpe donde se ha producido.
El detalle de marcar no sólo los golpes recibidos, sino aquellos que, por decirlo de alguna manera, "deberían" de haberse recibido puede llegar a ser problemático. Me explico: dado que el asalto libre es una herramienta pedagógica más, no es exceso el ser crítico con las acciones propias; ahora bien, el asalto es una herramienta pedagógica para ambos contendientes, así que el hecho de que se descubra un punto de tocamiento claro y que el contrario no lo explote es un error de ambos: conceder un tocado en esas circunstancias podrá decir mucho de nuestra capacidad de autocrítica, pero no ayuda al aprendizaje de nuestro contendiente, y sin embargo, compañero. En ésto, como en tantas cosas, el sentido común es el mejor reglamento, siempre que tenga como principios rectores la humildad y el afán por aprender (y no el de demostrar lo que sea).
Y por último entonaré el mea culpa: sí, señor Dueñas, yo le he reclamado a un contendiente un tocado. En mi descargo puedo alegar que no era un asalto público, sino un torneo, y que la reincidencia y contumacia del sujeto resultaron exasperantes. Pero desde ahora hago voto público de no repetir tal error en lo sucesivo.
Reglas de urbanidad y cortesía.
Antes de entrar en una sala de esgrima prepararse a prescindir del amor propio exagerado.
No ejercer acto alguno que no sea compatible con las buenas formas y la educación.
Pedir permiso al P.[rofesor] para tomar un arma, y antes de colocarla en el armero dar cuenta al mismo del estado en que la deja.
No tocar con ella en pared o suelo, ni teñir el botón con sustancias que puedan marcar la estocada a su adversario, pues esto además de ser de muy mal efecto puede traer graves consecuencias.
No permitirse confianzas o bromas que hieran el amor propio individual, más susceptible aún en este
género de ejercicios que en ninguno de otra índole, a fin de evitar consecuencias lamentables que la susceptibilidad puede acarrear.
Marcar todas las estocadas que se reciban, llevándose la mano izquierda al pecho con sinceridad, no con vergüenza. Conceder, no tan sólo aquellas que realmente hayan llegado, si que también las que en conciencia no se hubieran parado, y si lo fueron se debió á la casualidad. Igualmente deben señalarse aquellas que una parte del público pueda haber creido que lo fueron; porque el inteligente que observa, marcando y sin marcar, ya sabe si ha sido estocada ó no, y con este modo de proceder se consigue granjearse las simpatías del uno y del otro, que es lo que debe procurarse en todo asalto; porque al ser observado un contendiente con gusto de la concurrencia, su trabajo luce mas y la persuasión de esta circunstancia le hace ver más claro y batallar con mayor esmero y acierto.
Todo lo contrario sucede al que niega estocadas o comete otros actos desagradables, porque como su falta de cordura atrae sobre sí la indiferencia del público, su razón se ofusca cada vez más y sus desaciertos le conducen a una derrota completa.
Si se tira con quien tiene la costumbre de no marcar las estocadas que se reciben, ya que esto es muy reprensible, más lo sería el reclamarlas, diciendo: he tocado: así pues, no se deben pedir, y aunque el contrario no las dé, o las niegue, siempre deben indicarse las recibidas por uno, sin atacar á la vez que se están señalando, sino después de bien marcadas, y no decimos después de señaladas y saludadas, porque el saludo entretiene demasiado.
Aunque la estocada no se haya recibido en el pecho se señalará siempre llevando la mano izquierda a la tetilla derecha, como si en ella hubiera tocado, pues que, si por ejemplo, aquella alcanzó al muslo y se lleva allí la mano izquierda, parecería acusar un defecto del contrario. Esto en cambio es muy conveniente hacerlo así, cuando se tira con personas de intimidad, para que estudien la manera de reparar sus errores.
Nunca debe el fuerte abusar del débil, y sí procurar salir á tantas estocadas; pues es probado, que siempre las simpatías del público en todos los actos de la vida se inclinan en favor del menos potente, máxime si este es atento a la vez que modesto.
Debe procurarse al empezar un asalto recibir la primera estocada, que se llama de etiqueta; también se dá el mismo nombre á aquellas que para concluir, es costumbre decir: las tres últimas: délas cuales también debe formarse empeño en recibir la última.
Si por casualidad se le cae el florete al adversario, debe recogerse y entregársele por el puño, con una especie de saludo.
Téngase mucho cuidado, cuando uno no es conocido, en la elección de contendiente, procurando elegirle siempre de los más diestros y entendidos, porque de los ignorantes presumidos, no se saca gloria de vencerlos, y si ellos por efecto de educación o condescendencia salen airosos, afrentan á la destreza y al tirador, atribuyendo a ignorancia lo que sólo fué galantería.
Terminado todo asalto, después de quitarse los guantes, deben los contendientes por cortesía y como señal de ningún resentimiento estrecharse cordialmente las manos.
Gregorio María Dueñas, Ensayo de un tratado de esgrima de florete, Toledo 1881, pags 132-134
Curiosamente, encuentro muy pocas cosas que se hayan quedado obsoletas, a lo mejor porque soy un poco rancio.
La principal discrepancia que podría ver en el entorno que describe el señor Dueñas es el concepto de asalto: entiendo que se refiere a una especie de punto intermedio entre nuestro asalto libre y el torneo, en el que una pareja de tiradores se "expone" ante el público, pero sin establecer un ganador de acuerdo a unas normas... lo cual no excluye que en el público quede una impronta clara de quién ha sido superior. Una práctica interesante que a lo mejor convendría adoptar en la práctica de la esgrima tradicional en el siglo XXI. ¿Cómo lo veis?
En cuanto al detalle de cómo marcar los golpes, ahí si que habría que tener claro que Dueñas está hablando del florete, arma con la cual, efectivamente, golpear fuera del pecho se puede considerar un error. Dado que con la mano y media, ropera, etc., consideramos como golpes efectivos los dados en una variedad de blancos mucho mayor (así como otras consideraciones), no sería insinuar demérito del contrario marcar el golpe donde se ha producido.
El detalle de marcar no sólo los golpes recibidos, sino aquellos que, por decirlo de alguna manera, "deberían" de haberse recibido puede llegar a ser problemático. Me explico: dado que el asalto libre es una herramienta pedagógica más, no es exceso el ser crítico con las acciones propias; ahora bien, el asalto es una herramienta pedagógica para ambos contendientes, así que el hecho de que se descubra un punto de tocamiento claro y que el contrario no lo explote es un error de ambos: conceder un tocado en esas circunstancias podrá decir mucho de nuestra capacidad de autocrítica, pero no ayuda al aprendizaje de nuestro contendiente, y sin embargo, compañero. En ésto, como en tantas cosas, el sentido común es el mejor reglamento, siempre que tenga como principios rectores la humildad y el afán por aprender (y no el de demostrar lo que sea).
Y por último entonaré el mea culpa: sí, señor Dueñas, yo le he reclamado a un contendiente un tocado. En mi descargo puedo alegar que no era un asalto público, sino un torneo, y que la reincidencia y contumacia del sujeto resultaron exasperantes. Pero desde ahora hago voto público de no repetir tal error en lo sucesivo.