Creo que al hablar de psicología de combate, hay que tener presente dos cosas: que en muchos aspectos la dinámica emocional de una batalla medieval o de la Antigüedad era muy distinta a la de una “moderna”, en el que prima el uso de armas de fuego, y que la mentalidad de las distintas sociedades ha variado mucho a lo largo de la historia.
En general, griegos, romanos y bizantinos daban especial importancia al orden y a la disciplina de combate. Sólo Vegecio en su tratado nos habla algo de técnica esgrimística individual, así como el emperador bizantino Mauricio en su Strategikon.
Básicamente, ya se ha explicado el “desarrollo tipo” de una batalla (no sus prolegómenos, que como ha dicho Locutus Borg podían durar días), que consistía en dos líneas formadas que se enfrentaban, hasta que una de las dos perdía cohesión o sufría una ruptura en un punto y esto hacía que el ejército se desbandase, a partir de lo cual comenzaba realmente la carnicería, al ser perseguido por la espalda, generalmente por la caballería y/o infantería ligera enemiga. Es por ello que mantener la formación resultara de vital importancia y, en general, imperase un combate bastante conservador. Y esto explica la habitual enorme desproporción entre las bajas del vencedor y vencido.
Obviamente, existen excepciones, como cuando hay embolsamientos, como en Cannas, o lo que sea. En ese sentido, Tsun Zú recomienda dejar siempre una vía de salida al enemigo, porque no hay nada peor que enfrentarse a un adversario que se encuentra “entre la espada y la pared”. Pero si se tiene en cuenta todo esto, se llegará a la obvia conclusión de que todo esto no tiene nada que ver con las carreras interminables en plan “maricón el último” tipo Braveheart, la pérdida absoluta de la formación en el cuerpo a cuerpo, la inexistencia de relevos entre líneas (¿líneas? ¿qué es eso?) y hasta la misma existencia de un “eje de batalla”, pues en las películas los combatientes se distribuyen por parejas muchas veces dando la espalda al enemigo. Esto es una consecuencia directa de la concepción holliwoodiense de una batalla como la suma de miles de combates individuales, donde el trabajo en equipo es virtualmente inexistente y la táctica… bueno, de eso mejor no hablamos.
Por otro lado, también han existido sociedades con una concepción más “heroica” de la guerra (como la celta, la germánica o la micénica) en la que primaba el valor individual y en la que, realmente, se desarrollaban comportamientos que hoy podríamos considerar suicidas. En otras palabras, sociedades en las que existía algo llamado “estado de ánimo heroico” y en las que la muerte en combate no era el final de la existencia, sino el comienzo de una vida mejor. Y, aunque nos cueste creerlo, esto era asumido a pies juntillas.
De todos modos, estos pueblos acabaron desapareciendo bajo el pragmatismo militar, difundido en occidente por griegos y romanos. En el ejército romano la Disciplina no era sólo un conjunto de normas militares, sino una parte de su religión y se la rendía culto como una deidad más. En ambas sociedades, Roma y Grecia, valores como la
uirtus y la
andreia (en ambas lenguas significa literalmente “virilidad”) estaban, entre otras cosas, íntimamente relacionados con el cumplimiento del deber militar: mantenerse en su puesto hasta la muerte. Algo que chocaba bastante con el afán de “protagonismo heroico” de las primitivas sociedades indoeuropeas, donde se destacan los combates como el de Aquiles y Héctor, o el de Cúchulainn y Ferdiad, etc.
Respecto a la pura mecánica del desarrollo de una batalla, por mi experiencia en recreaciones, yo diría que, entrando en detalle, existe una gran diferencia en la dinámica del enfrentamiento dependiendo del armamento individual y que esto puede afectar mucho a la psicología del combate. Realmente, aun teniendo en cuenta que eso no deja de ser un juego, la cosa varía mucho si te encuentras frente a un cuadro de lanceros, antes de gente armada con armas cortas (espadas u hachas), la clase y densidad de proyectiles, etc. Fernando Quesada ha escrito algún artículo sobre la forma de combatir de los romanos de época republicana y resulta bastante convincente el pensar que sus batallas eran más bien una sucesión de tanteos e intercambios de proyectiles, hasta que se producía el choque final (y no necesariamente en toda la línea). Esto, obviamente, es un funcionamiento muy distinto al de una falange que busca el choque frontal y el aplastamento -literalmente hablando- del enemigo, dejando de lado la diferencia de armas.
Yo lo más espectacular de las que he formado parte es la de Hastings (salgo hacia el minuto 1:25 de este vídeo, y así aprovecho para hacerme algo de publicidad)
http://www.english-heritage.org.uk/serv ... /nav.10603
Y, la verdad, cuando formas parte de una batalla con tres mil participantes, y te encuentras subiendo una colina en un extremo de un “muro de escudos” de más de trescientos metros formado por tres compañías de dos líneas de profundidad cada una, ciertos detalles que en otras circunstancias te parecerían irrisorios, ahí ves que cobran importancia real. Algunos son obvios, otros no tanto. En general, muchos de ellos ya se han apuntado aquí. Otros, no.
Resulta curioso el Strategikon, tratado de hacia finales del s. VI, porque es el único de la Antigüedad que presenta esquemas y diagramas de cuadros de infantería, alternando distintos tipos de tropa entre las líneas. Al final te das cuenta que esto hace que el comportamiento en combate de dicho cuadro varíe considerablemente.