Al filo de lo leido y reconociendo el valor para la historia de la esgrima y su futuro desarrollo créome en la obligación de solicitar vuestra instruida opinión en unos escenarios no por lo hipotéticos menos dignos de tener en cuenta a fin de que sirvan de base a futuras y habitualmente bien documentadas disensiones ante unas jarras de San Miguel en el Espaciopuerto Municipal de Dantoonie.
Empecemos por el principio:
Escenario IV (por si me queda bien, que pueda sacar los escenarios I, II y III) Taberna de Caridad la Lebrijana, Calle del Arcabuz, Madriz 1625z, a eso de las tres de la tarde de un soleado día veraniego.
El Capitán Alatriste y su amigo y compañero de correrías y a la par representante de la autoridad local, el teniente de alguaciles Martin Saldaña se encuentran libando unos tiestos de buen Valdemoro y recordando glorias pasadas de un doloroso encuentro con el holandés en su paso por los Tercios.
En el preciso momento en que el siempre aguerrido oficial levanta su jarra para brindar a la salud de los que allí en tierras herejes dejaron algo más que la piel de sus botas, se produce un incómodo corte entre la voces y demás ruidos habituales de la concurrencia del poco educado local: la puerta de la taberna se ha abierto con ceremonial silencio (sospechosamente poco habitual dado el herrumbre de los mal aceitados goznes de toda la taberna) dejando entrever la silueta de lo que podría pasar por un monje benedictino si no fuera por la arrogancia que acompaña sus movimientos, porte y mirada.
Martin Saldaña, consciente de que ostenta la autoridad en el local y pese a no haber sido sorprendido en la más oficial de las posturas, deja su jarra en la mesa y modulando su aguardentosa voz en lo que espera sea un toque de serenidad, pregunta:
-¿Quién sois y qué negocio os trae aquí, buen fraile?
-Mis negocios no os interesan -responde con palabras que no por ser dichas con voz queda causan menos sorpresa en el entorno-.
-Sus negocios no me interesan... -acierta a parafrasear el aguerrido alguacil ante un cada vez más intenso silencio de la concurrencia-.
-Estos no son los droides que buscáis -apostilla crípticamente el anciano embutido en su arenosa túnica mientra muestra un extraño objeto metálico de formas cilíndricas-.
-Estos no son los droides que buscamos... ¿eh...? -contesta ya con menor convencimiento Martín Saldaña al tiempo que va entornando ambos ojos en una actitud que Don Diego de Alatriste, pese a contar con un desfavorable ángulo de visión, interpreta con presteza-
El recinto parecía oscuro y de hecho lo era. Oscuro que te cag... hubiera dicho cualquier otro anciano enfundado en una túnica de color arena prisionero en las mazmorras de la SAnta Inquisición. Gracias a su domino de La Fuerza, esto no era así para el venerable Obi Juan Quenove, el cual se callaba lo que pensaba de tan bárbaras costumbres y del poco caso que se hacía en esos tiempos a las tradiciones milenarias y a los entornos místicos. En esos pensamientos estaba cuando la mirilla de la fría celda se abrió con una asombrosa falta de estilo, esto es chirriando como buena mirilla de oxidadas bisagras.
-Así que haciéndole proposiciones deshonestas a un representante de la autoridad y además en lugar público. Mil veces he dicho que vosotros los benedictinos vais a ser la razón de que la Fe Verdadera empiece a sufrir en estos tiempos difíciles. Y encima no contento con ello hacéis muestra pública de vuestro instrumento de nefanda satisfacción. Veremos que tal os sienta una temporadita en galeras como regalo de vuestro anfitrión Emilio Bocanegra.
La mirilla volvió a su antigua posición con un nuevo crujido que no hizo mucho por darle dignidad a la escena, pero sí por inquietar a nuestro venerable caballero Jedi curtido en mil batallas en las que aún no había podido ver el mal talante que se gastaba en estas tierras del Imperio donde no se ponía el sol durante el día y a veces ni durante la noche si ello era menester.
Escenario VI ("El retorno del Yodi"). Manila, 1926 así como las dos menos diez de la tarde, bajo un sol de justicia.
EL sudor corría frente abajo perlando la verde piel del maestro Jedi Yodi Puixol. Las moscas revoloteaban frente a sus alargadas orejas cual molestos asteroides errantes. Al curtido Jedi no le importaba: ahora era uno con el Universo. Sentía la fuerza fluyendo por todos los poros de su ser mientras presentía que en breves instantes su venganza sería cumplida. ¡No!; se corrigió mentalmente el venerable maestro: no la venganza, sino la justicia; la justicia cósmica. Más reconfortado por la corrección y la demostración de dominio y autocontrol, el anciano guerrero siguió escrutando el horizonte desde su privilegiada posición de emboscada presto a cumplir como buen Jedi sus deseos de veng... eeeh, justicia contra los dos desafiadores del orden universal cuyas figuras empezaba a vislumbrar en la distancia y a través de las hierbas de la charca donde se encontraba y que tan buenos recuerdos le traían de su planeta natal.
El docto samurai Kenishiro Ketevi eructó con pasión al tiempo que buscó con su diestra el hombro de Don Diego de Alatriste, que tampoco estaba en sus mejores momentos y que agradeció que su compañero de correrías le brindara ese apoyo, más psicológico que físico, pues ninguno de los dos parecía demasiado capaz de enfilar con la habitual pericia las estrechas callejuelas bajo los efectos de una adecuada combinación de imperial sake y real Valdepeñas.
-Lo que todavía no acabo de tener demasiado claro, amigo Kenishiro, -acertó a decir el habitualmente parco en palabras Capitán- es cómo teniendo esas ranas tan grandes en vuestras marismas no sea plato habitual de estas tierras, ya que en mi lejana Valencia de muy inferiores batracios se celebran con agasajo platos indudablemente no tan sabrosos o por lo menos no tan copiosos.
-No sabel, Alatliste. -respondió Kenishiro ya sin demasiado ánimo por esforzarse en conjugar ni pronunciar a la española- Lo cielto es que todavía no había visto ni catado un cloadol de las malismas como ése. Aunque pienso que es nolmal, ya que ante los botes que ha demostlado sel capaz de dal una vez ya helido, bien difícil debe lesultal su captula.
-Y que lo digas; si no llega a pararse casualmente enmedio del camino y ponerse a croarnos cual presbítero en su púlpito sosteniendo tan cómicamente aquel curioso cirio, difícilmente hubiéramos podido ensartarlo primero y prenderlo después en tan gloriosa combinación de aceros.
-Lo cual demuestla la supelolidad del acelo tatala flente a las tejas toledanas -osó a chanzarse el samurai aprovechando para reavivar tan trillada a la par que infructífera polémica, muy habitual en aquellos tiempos-.
-No empecemos, Kenishiro -Sentenció el capitán consciente de que en otras circunstancias el honor patrio podría demandar más fiera respuesta-.
-Sí, mejol dejémoslo pala los espadachines del plóximo milenio que a buen segulo ya tendlán a este nuestlo dilema una lazonada lespuesta.
-¡Por el sake! -condescendió el Capitán-.
-¡Por el Valdepeñas! -otorgó Kenishiro-.
Y continuaron ambos su camino recuperándose de su pesada pero agradable digestión celebrando un prolífico e inconsciente encuentro con un distante futuro en una galaxia muy, muy lejana.
N.del A.: El Episodio V "El imperio del Sol Naciente contrataca" donde el muy honorable samurai Kenishiro Ketevi tiene un desafortunado tropiezo con un joven con la cara pintada de colorido bermellón portador de un curioso instrumento de doble y luminosa hoja con el cual se amputa ambos brazos antes de ser auxiliado en la técnica del seppuku por el compasivo Kenishiro, de momento se encuentra en fase de edición. Pronto el trailer en sus pantallas.
Un saludo a todos y espero que si bien este muy necesario ejercicio de investigación puede que no haya servido para otra cosa, sí haga más llevaderas las bajas temperaturas con las que todos gozamos. Espero vuestro comentarios técnicos y razonados sobre estos más que posibles escenarios.
PD: De momento y ante la evidente posibilidad de explotar la historia cinematográficamente, ya hemos iniciado contactos con los productores de "Alien vs. Predator" que se muestran muy interesados. Muy interesados en que les dejemos de enviar estas cosas y que se puedan poner a trabajar en sus labores de documentación histórica para su nueva superproducción "Star Wars contra Gladiator, la película".
PPD: Juro que vuelvo a tomar la medicación antipsicótica antes de escribir nada. Mis disculpas.