Bueno pues ya de vuelta puedo contestar que estando de viaje era imposible.
Y honestamente, creo que los escritos de Pacheco no son fáciles de entender y están sobrecargados de elementos ajenos a la esgrima. Siempre hemos pensado que era cosa de nuestro bagaje cultural, de nuestra falta de paciencia, pues nos creemos muy distintos de los lectores de aquella época. Pero cuando uno lee a otros autores, como Rada, o Tamariz, llega a la conclusión de que, efectivamente, Pacheco no contaba entre sus habilidades la de escribir con claridad y, sobre todo, concisión. Y esto molesta principalmente a Quevedo, aunque sólo sea estilísticamente, como no puede ser de otro modo. Pero el libro, es bueno.
Juanjo yo creo que no puede compararse a Pacheco con Tamariz o Rada porque es que hay cien años de distancia entre el uno y los otros. Cada cosa hay que verla en su contexto, pero para su época, Pacheco debió ser muy claro porque de hecho esa es una de las virtudes que se alaban de sus escritos. Abreu en las primeras paginas de su carta así lo manifiesta comparándolo con la difícil lectura y falta de claridad del libro de Carranza. Que a nosotros no nos lo parezca es otra cosa, aunque para ser sincero a mi tampoco me parece tan difícil, sus libros tienen incluso indice, aunque esto es una opinión personal lo reconozco.
Leonardo te agradezco tus comentarios, sobretodo viniendo de alguien como tú, que aunque, no te conozco personalmente, si respeto por lo que piensas y escribes.
Pero este artículo tuyo establece un puente, un puente entre la Destreza y la Literatura. Si muchos de esos puentes pudieran construírse, con la Arqueología, con la Historia, con la Metalurgia (por llevar algo de agua para mi molino), etc. la Esgrima podría encontrar un lugar mucho más importante en nuestra sociedad que el que tiene ahora. Y, lo que me parece más importante, ese lugar no sería un remedo del lugar que ocupan las artes marciales orientales.
Como a ti, me gustaría. La Esgrima como Arte Marcial, tiene ese potencial tal y no son pocos los que lo saben, no solo en el mundo hispanohablante. Yo creo que hay que dar pasos en ese sentido, con humildad y tesón, sin plantearse como en la práctica con la espada, el resultado. No estoy seguro de que con los valores del mundo actual, y con lo pequeña que es esta actividad vayamos a tener éxito; pero qué más da, lo hacemos porque creemos en ello. En realidad un desafío de tal magnitud nos supera a todos, como individuos. Es necesario un esfuerzo colectivo mayor y sin garantías de éxito. Si te animas, bienvenido.
Muy interesante el enfoque que haces de las críticas que Quevedo le hizo a Pacheco, y lo cierto es que en la actualidad sé que hay historiadores que piensan, como tú apuntas, que Pacheco y Quevedo se relacionaron a nivel político, y están actualmente investigando su relación.
Yo no soy capaz de valorar el impacto de las criticas de Quevedo al estilo literario de Pacheco y seguramente tengas razón en lo que afirmas, sin embargo a Pacheco solo le criticó Quevedo, Lope y Calderón le alabaron. Sus enemigos, a excepción de Quevedo, son esencialmente los maestros de esgrima a los que hizo pasar por el aro de su método teórico.
Creo que Alberto trata, y lo creo porque él mismo lo aclara, de plantear la posibilidad histórica de eso. O sea que ejerce, en broma, su derecho de hacer una contraleyenda que tiene tantas o más bases documentales que la original.
Esa es un poco la idea. A mí siempre me ha gustado leer a Quevedo y me sigue gustando, le he leído y le seguiré leyendo. El siglo de Oro, como a mucha otra gente, me apasionaba mucho antes de que Alatriste lo popularizara, y Quevedo de entre todos los grandes me resulta una figura fascinante.
Al enfrentarme a la relación de Quevedo con Pacheco me di cuenta de que la percepción que yo tenía de Quevedo, es decir cómo me lo imaginaba, era absolutamente emocional y estereotipada: gruñón y con mal carácter, pero en el fondo buena persona, maltratado por Olivares por defender al pueblo frente al poder.
Esta percepción, emocional, es la que sostiene Fernández Guerra al tratar la anécdota y la que en general, el lector medio, en términos divulgativos, tiene. Sin embargo Quevedo era un ser humano y que fuera genial no significa que fuera buena persona, pudo haber sido un tipo mezquino y vil a veces, y otras veces generoso y comprensivo, según los casos. De hecho esto sería lo normal. Yo no digo que fuera mala persona, ojo, lo que digo es que no se sabe, pero que a pesar de todo se asume. Y el resto se juzga desde esa percepción.
La percepción emocional de un Quevedo bueno es tan fuerte que el propio Juanjo se queja aquí cuando describo sus características físicas de forma negativa. Mi propósito es enfatizar que es imposible que una persona con esas limitaciones físicas pueda resultar ni lejanamente un rival para un diestro tan hábil como debió ser el baezano, es solo esa percepción emocional positiva la que genera una idea intelectual que permite creer algo absurdo simplemente porque lo queremos creer.
Igualmente hace unos días un alumno y una amiga historiadora, por separado, me decían que el mejor argumento era que Quevedo nunca lo había mencionado, y yo les decía que no, que el mejor argumento era que al probar que Tarsia no es una fuente fiable, la anécdota debe considerarse falsa hasta que alguien la pruebe documentalmente y no al revés. Pero a pesar de todo, a nivel emocional, la percepción es que "se ha puesto en duda" no que "no haya pasado".
Por motivos evidentes el personaje de Quevedo, para el caso que nos ocupa, está sobredimensionado, lo que nunca ha sido un problema para nadie, pero para en este caso si lo es ya que los Quevedofilos, por eso de que la espada genera una atracción irracional, han repetido, de forma sistemática la anécdota. De hecho, no hay más que comprobar en internet como, en cualquier página web, pueden dejar de lado hechos trascendentes de la vida de Quevedo pero no la historieta con Pacheco. Son cosas del mundo moderno, las anécdotas interesan más que los hechos.
Creo que Alberto trata, y lo creo porque él mismo lo aclara, de plantear la posibilidad histórica de eso. O sea que ejerce, en broma, su derecho de hacer una contraleyenda que tiene tantas o más bases documentales que la original.
Estoy de acuerdo, pero por decirlo gráficamente, en el campo de juego delimitado entre Quevedo y Pacheco, a nivel de divulgación general, la mayor parte del campo (que es el de la espada) lo ocupa, injustamente, Quevedo; yo solo estoy trabajando para devolver la línea divisoria entre los dos a un lugar más justo y lógico, que de dejarlo así al final - insisto a nivel de divulgación - la misma institución de maestro mayor - única en el mundo y que Pacheco transformó por completo - queda rebajada por la asunción fácil y sencilla de que existía una escuela práctica y menos abstracta que la Destreza y que esto quedó demostrado en la anécdota del sombrero.
Más adelante cuando ambos estén ubicados en el lugar que a cada uno le corresponde su relación - mayor de lo que creemos como decíamos - nos ayudará a divulgar, la Verdadera Destreza. Pero yo creo que hay que ir por partes.